No sé si a ustedes les pasará lo mismo, pero yo estoy harto del “problema catalán” porque es darle vueltas siempre al mismo tema. Con la Constitución actual es imposible que Cataluña se separe de España. Por lo tanto, si no quieres violentar la ley tienes que buscar la manera de derribar las barreras legales existentes, con el fin de conseguir el objetivo que quieres. Eso es elemental, y parece que lo entiende cualquiera, incluidos los catalanes separatistas.

Esta misma gente sabe perfectamente que, por la vía del Parlamento, sus aspiraciones podrían dormir el sueño de los justos. Por eso fuerzan la situación para tratar de dar un vuelco a las cosas por la vía rápida, cumpliendo o incumpliendo la ley, eso les da lo mismo con tal de lograr su objetivo.

España está compuesta, de momento, por un conjunto de comunidades autónomas. Los catalanes separatistas creen que para desgajar España no hay que tener en cuenta la opinión de los demás, únicamente la de ellos, incluso sin respetar las leyes vigentes, cosa que vienen haciendo desde hace tiempo.

Entiendo perfectamente cuando Mariano Rajoy dice que durante su mandato presidencial España no se romperá. Si lo permitiera tendría ganado un puesto en la historia, pero entre lo peor de lo peor, al permitir una mengua del territorio sin tomar decisiones que lo pudieran impedir y que tiene al alcance de su mano.

Ignoro cuáles son las soluciones de otros partidos, esa llamada “tercera vía”, que siempre recobra pujanza cuando alguien no le quiere dar la razón al Gobierno ni oponerse abiertamente a él. Pero no hay que olvidar que los nacionalistas van a aceptar todo lo que les ofrezcan de más, aunque con la fijación del objetivo entre ceja y ceja, con lo cual parece mentira que algunos traten de ofrecerles todavía más cuota de autonomía, sabiendo lo que ha pasado durante los últimos veinte años.

Aquí, la solución lógica parece que pasa por recuperar el Estado las competencias en Educación y que los niños de toda España estudien las mismas asignaturas, con las particularidades  que hubiera en cada región. Pero no parece nadie lo suficientemente valiente como para hacerlo. El resto es aplazar el problema hasta que allá por 2030 o 2040 sea ya insoluble. Pues eso, el que venga atrás, que arree.

Antonio Llamas