Sería conveniente recordarle a Emma González, la concejala socialista de Miño juzgada por insultar  al alcalde y a su mujer en las redes sociales, que el clima de confrontación política no puede amparar ni justificar nunca descalificaciones y exabruptos.         

Quien asume un planteamiento de esa índole, además de desacreditarse a sí mismo, traiciona también la confianza de quienes le votaron. Y como cargo público de una corporación, la señora González está obligada a dar ejemplo de sensatez y mesura.         

La explicación de que empleó ciertos términos para reprocharle al alcalde su pacto con el PP, además de hipócrita, revela una concepción utilitarista de la política en la que el fin justifica los medios, aunque éstos últimos sean deplorables.         

La edil socialista alega que criticó al regidor municipal por su acuerdo de gobierno con los populares. Sin embargo, soslaya, de forma interesada, el hecho de que el propio PSOE estaba dispuesto a pactar con el PP una moción de censura para desalojarlo de la alcaldía.         

Denunciar al alcalde por lo que ellos mismos estaban dispuestos a hacer, además de evidenciar su doble moral, no contribuye en absoluto a dignificar el ejercicio de la política.         

A juzgar por la naturaleza de su argumentación, Emma González aplica a rajatabla la consigna hidráulico-leninista de “al enemigo, ni agua”. Pero también parece revelarse como una firme defensora de la célebre afirmación de Groucho Marx, aquella que decía: “Yo soy un hombre de principios, pero si no le gustan, no se preocupe porque tengo otros”.

Eusebio Giráldez