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José Manuel López García
La nueva era

Las personas de edad

07-08-2017

Si los jóvenes de hoy día piensan que disponen de muchos años para reflexionar sobre la vida y sobre la vejez se equivocan, sería aconsejable que supieran que para cada persona llegará la hora en la que el alma partirá de esta Tierra. Nadie sabe cuando llegará ese momento, si será durante los años de juventud, en la edad media o en la vejez, pero quien considere esto ya en los años de juventud y se pregunte qué significa crecer y madurar espiritualmente, la vida le irá mejor. 

La mejor ayuda que se le puede regalar a un joven es sin duda la regla de oro de Jesús de Nazaret, quien dijo: “Lo que no quieres que te hagan a ti no lo hagas tampoco tu a nadie”. De esta forma la vida de quien tome en cuenta esta genial regla para la vida, la integre en su forma de pensar y de comportarse haciendo que se convierta en modelo para su vida, será una vida rica en experiencias. Los sentidos, el talante y el estilo de vida de quien se atenga a esta enseñanza, se irán volviendo más finos, y en su mundo de pensamientos se pondrán entonces de manifiesto la sabiduría de vida que hace que la vida sea más rica. 

Las personas que apliquen esta regla para la vida nunca se sentirán carentes de hogar, y en la vejez tampoco se volverán tristes ni amargadas mientras esperan desolados la hora de su muerte. Quien llena su vida con las reglas para la vida de Jesús de Nazaret, por ejemplo El Sermón de la Montaña,  podrá decir que la vida es imperecedera. 

Es ley natural que la juventud se acabe, sin embargo el ser juvenil es también propio de aquellas personas de edad que en su juventud comprendieron que envejecer en ningún caso significa ser viejo, y que marchitarse en ningún caso significa debilidad mental. Y a pesar de que con los años el vigor del cuerpo va cediendo, el espíritu en el cuerpo humano no se verá afectado por ello. 

Los jóvenes añoran libertad y felicidad, por eso un consejo para ellos: “Nunca dejes de aprender”. Pues el tesoro que nos regala el aprender a la larga no se puede encontrar en este mundo. Toda búsqueda en el mundo es un riesgo y en algún momento conducirá al desengaño. La felicidad que uno busca se podría comparar con un espejismo: “uno se dirige alegre hacia un maravillo oasis, se imagina como descansará y se reconfortará bajo las palmeras, incluso es posible que piense que ha encontrado su hogar, pero apenas crea poder tocar el lugar de la felicidad, el supuesto oasis empezará a desvanecerse pues solo era una imagen engañosa, una apariencia”. De ahí la reflexión de que la felicidad y la libertad se deben encontrar y hacer crecer en el interior. Para ello la aplicación de la regla de oro de Jesús de Nazaret es el camino hacia el tesoro, que es la verdadera vida, y esto vale tanto para los jóvenes como para las personas de edad. Pues quien haya comprendido el sentido de la vida nunca claudicará ni en la juventud ni en la vejez.

María José Navarro


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