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José Manuel López García
Periplos

Mientras tanto, todo sigue igual

28-05-2018

Hablemos claro, aunque nos duela escuchar la verdad, como país somos una vergüenza.

No sé en qué momento cruzamos la línea que separa a la violencia (que todo país con pobreza extrema ha de soportar),de labarbarie más despiadaday desalmada.

¿De dónde salieron todas esas gentes que,jornada a jornada, ejercen semejante crueldad en contra de sus semejantes?

La lista de brutalidades que suceden en Méxicoes larga y ocurren de forma permanente.Los asesinatos llevados a cabo por los carteles del narcotráfico, y que ascienden a 200 mil(en los últimosdos sexenios), sólo puede ser superada por la de países en guerra. Recordemos la matanza indiscriminada de 72 inmigrantes centroamericanos en Tamaulipas, la de los 43 estudiantes normalistas en Guerreroy, recientemente,la de 3 estudiantes de cine en Guadalajara. No olvidemos que en el presente sexenio también han sido asesinados 73 presidentes municipales. Esto, sin contar a las personas que mueren víctimas de algúnrobo o secuestro, efectuado por delincuentes de poca monta. No hay día en que no ocurra, en algún rincón del país,algún hecho de insólito salvajismo.

Asustan los métodos utilizados por los criminales.

Los carteles de las drogas cuelgan a sus enemigos de puentes peatonales, los entierran en fosas clandestinas, los acribillan a balazos frente a todos y en plena luz del día los vuelan en mil pedazos, dinamitados en algún paraje solitario o los diluyen en ácido sulfúrico para borrar los rastros. Los secuestradores cortan dedos y orejas a sus víctimas y las envían asus familiares;muchas veces, matan a sus rehenes mucho tiempo antes de cobrarlos rescates. Los delincuentes ejercen violentas venganzas en contra de quienesno les pagan el derecho de piso o les rechazan algún acuerdo de colaboración; asesinan a quienes los acusany sentencian.La policía y el ejércitosuelen estar involucrados en muchos de estos actos de bestialidad. Los daños colaterales de esta guerra, entre criminales y fuerzas de seguridad, y entre criminales en contra de otros criminales, suelen terminar con la muerte de un elevado número de civiles. Hace algunos días, en un ataque perpetrado por un comando en contra del ex fiscal de Jalisco, murió quemado un bebé de ocho meses.

Pero no solo son estos criminales los que matan a la gente, también es el estado, incapaz de hacerles frente, asociándose con los narcotraficantes, amañando corruptelas o por su simple incapacidad para cambiar las cosas. 

A 65 días de las elecciones, los candidatos a la presidencia de México siguen sin hacer propuestas concretas y definitivas para sacar al país del estado de barbarie en que se encuentra. Sus discursos son ambivalentes y populistas. Y los mexicanos, más divididos que nunca, ya no se resignan a vivir de esa forma.

Mientras tanto, todo sigue igual.
 

Juan Saravia


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