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José Manuel López García
Cartas al Director
Territorio Comanche

Un fuego azul

19-06-2020

Hay gente que escribe muy bien, pero simplemente no tiene nada que contar. Eso es justo lo contrario de lo que le ocurre a Pedro Feijoo, que no sólo posee todas las virtudes de un narrador nato, sino que además emplea un lenguaje directo y perturbador para mostrarnos, en toda su crudeza, un aterrador fresco de la condición humana. Su novela no se lee, más bien se devora.

El autor vigués, licenciado en Filología Gallega por la Universidad de Santiago, ha escrito un thriller adictivo que no concede un minuto de respiro al lector. En cuanto uno se pone a leerlo lo único que desea es llegar al final cuanto antes, averiguar el desenlace de una historia atroz en la que todos los fantasmas salen a pasear para recordarnos, con lucidez, que lo más sublime del ser humano tiene también su reverso más tenebroso.

Pedro Feijoo conoce los secretos de la escritura y lo pone de manifiesto en “Fuego azul”, una novela de más de quinientas páginas que se lee con fruición y que gira en torno a una venganza. Con una información hábilmente dosificada, la trama argumental avanza de forma vertiginosa y una página te lleva a otra sin descanso, con la curiosidad de intentar averiguar qué es lo que te espera en el siguiente capítulo.

Aunque cada autor posee su propio universo y sus propias características, el autor vigués posee un dominio de los recursos narrativos del thriller muy similar al que ya mostró en más de una ocasión Joel Dicker, el escritor suizo que triunfó en el mundo entero con “La verdad sobre el caso Harry Quebert” y que, precisamente ahora, llega de nuevo a las librerías con “La habitación 622”, su último trabajo.

“Fuego azul” te explota en las manos y lo único que deseas, una vez que has empezado a leerla, es acabarla cuanto antes. Estoy seguro de que aquellos que conciben la literatura como un coto cerrado, los que consideran que el género policíaco no merece consideración alguna, se apresurarán a restarle méritos a su novela pero, en mi modesta opinión, se equivocan. La literatura simplemente es buena o mala, independientemente del género al que se adscriba.

Mención aparte merece el sustrato cultural que apuntala el libro del escritor vigués. Leyendo la novela, la maldad que destila, la oscuridad que lo domina todo, me vienen inevitablemente a la mente las pinturas negras de Goya o el poso de desesperanza y escepticismo que dejan en el ánimo la lectura de las tragedias griegas de Esquilo, Eurípides o Sófocles.

Ángel Varela


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