EFE | Sólo
el 19 % de los jóvenes menores de 30 años ha logrado emanciparse en
España, según un estudio del Consejo de la Juventud con datos del
segundo semestre de 2018, un año que concluyó con la menor proporción de
la última época de personas de 16 a 29 años residiendo fuera del hogar
familiar.
Es más, en seis comunidades autónomas (Andalucía, Castilla y León,
Castilla-La Mancha, Extremadura, el País Vasco y Cantabria), esta
proporción no alcanzaba ni el 17%, entre otras cosas porque para que un
joven pueda alquilar en solitario tiene que destinar más del 90 % de su
salario, que es de una media de 900 euros al mes. Por eso, también, el alquiler ha perdido algo de terreno
como fórmula mayoritaria entre los jóvenes emancipados (del 60,6 % en
2017 al 59,2 % en 2018), que no pueden dar el salto a la compra (sólo el
11,6 % con propiedad pagada y el 17,4% con hipoteca) y que optan cada
vez más por casas cedidas o a bajo precio (el 12 %).
Es una tendencia que va en aumento la de vivir en casas cedidas por las familias que disponen de una segunda residencia.
Estos son algunos de los datos que se reflejan en el Observatorio de
Emancipación Juvenil del segundo semestre de 2018, que presenta este
jueves el presidente del Consejo de la Juventud, Manuel Ramos, y el
sociólogo que ha trabajado en el proyecto, Joffre López; una
"fotografía" de los principales problemas que tiene la juventud en
cuanto a la vivienda y a nivel laboral o académico.
Y
no es que en el último semestre de 2018 se haya producido un desplome
repentino de la autonomía residencial de la población joven en España,
sino que culmina un proceso que arrancó en 2009 y que, de una manera más
o menos ininterrumpida, ha ido prolongándose hasta hoy, según el
balance que se hace de las cifras en el Observatorio.
La proporción de jóvenes emancipados estuvo aumentado año tras año
entre 2001 y 2008, pero a partir de ese último ha ido disminuyendo hasta
regresar a cotas semejantes a las de mediados de la década de los
noventa.
Pero actualmente, según el balance, no son
sólo menos los jóvenes que pueden vivir fuera de casa de los padres,
sino que cuando lo consiguen tienen más probabilidades de encontrarse en
situación de vulnerabilidad económica y social. Se
trata del colectivo de edad con los índices de pobreza y exclusión más
elevados, el 34,8 % de media, aunque las mujeres poseen actualmente un
menor riesgo que los hombres, justo lo contrario de lo que sucedía en
2009.
Tener trabajo no les garantiza estar fuera de
esos índices porque de ese 34,8% de jóvenes, el 26% está ocupado, el
56,2 % está en paro y el 34,5 % son población inactiva, es decir no se
incorporan al mercado laboral, ni ocupados ni parados.
En el 2018 el mercado de trabajo juvenil experimentó una notable
mejoría ya que la tasa de empleo superó el umbral del 40, pero la
temporalidad siguió siendo "extremadamente elevada", según el autor del
informe.
El 55,5% de los asalariados tenía contratos
temporales, cuando la media en el conjunto de la población era del 26,9% y cuando en el mismo trimestre de 2010 era de casi diez puntos menos.
Las máximas cotas, por encima del 60 %, se registraron casi iniciado el
2019 en Andalucía, Cantabria, Extremadura, la Región de Murcia y el
País Vasco, y en el mejor de los escenarios (Baleares, Cataluña y
Madrid) no bajaba del 46%.
"Los problemas no se
deben perpetuar", según los responsables del Consejo, quienes ponen
varios apellidos al empleo juvenil: temporalidad e inestabilidad, algo
que dificulta el acceso a la vivienda y sobre todo en propiedad porque,
según sus cálculos, tendrían que ganar un salario de 22.000 euros para
poder acceder a ella. Abogan, por ello, por una política con criterios de accesibilidad a los hogares y por un parque público de viviendas.
Ante esta situación, Ramos considera imprescindible una Secretario de
Estado de Juventud, que dependa del Ministerio de la Presidencia, además
de una comisión en el Congreso de los Diputados para tratar estos
problema. De esa forma se frenaría, a su juicio, la
"parálisis" que viven los jóvenes, con problemas que llevan arrastrando
desde hace décadas porque persiste la opinión generalizada de que de que
"no pasa nada porque la juventud sea precaria pues en el futuro vivirá
bien".