EFE | Prohibidas reuniones de más de diez personas, nuevos límites para
horarios comerciales y venta de alcohol y más restricciones para
cafeterías cercanas a colegios. Son las nuevas reglas en Portugal,
destinadas a evitar que la vuelta a la actividad tras las vacaciones
haga despegar de nuevo a la COVID-19. El país entra hoy en "estado de contingencia", un nivel considerado leve
que busca atajar situaciones en las que se pueda producir con mayor
facilidad el contagio ahora que se abre paso la "nueva normalidad".
El fin de las vacaciones, la vuelta al trabajo de adultos y el regreso a
clase de los menores detonan esta nueva fase, en la que, avisan las
autoridades, hay que redoblar cuidados y esfuerzos para evitar que la
pandemia se dispare.
Menos personas juntas, nuevos horarios
Los principales cambios los van a notar las cafeterías y restaurantes
que se encuentran a menos de 300 metros de una escuela y los centros
comerciales. Para ellos son las reglas más estrictas: mientras en el país no se
pueden juntar más de 10 personas, en estos lugares el máximo permitido
son cuatro personas. Es un intento de evitar posibilidades de contagio cerca de los colegios,
convertidos en una obsesión nacional mientras el Gobierno repite que la
enseñanza tiene que ser presencial este curso.
En el primer día ya se ven los efectos. En el céntrico barrio de Graça,
los bares cercanos a varias escuelas han levantado la persiana unos
veinte minutos después de la hora de entrada de los niños en los
colegios, mientras que las cafeterías más alejadas han mantenido su
horario normal de desayunos. "Aunque no nos afecte el horario nuevo, seguimos teniendo pocos
clientes, desde que empezó todo esto es así", comenta a Efe Laura,
encargada de una pastelería salvada de la nueva restricción por apenas
70 metros.
Laura no tiene la sensación de que la vida haya cambiado mucho, como
tampoco la tienen varios comerciantes del centro de Lisboa, que a partir
de hoy no pueden abrir antes de las 10 de la mañana, hasta las 23.00
como máximo. Solo podrán levantar antes la persiana cafeterías,
gimnasios y peluqueros. "Abrir a las 9.30 o a las 10 no hace diferencia. Prácticamente siguen
sin entrar clientes, esto está muerto", sostiene a Efe Bárbara,
dependienta en una perfumería de la Baixa.
Tampoco esa media hora de diferencia será decisiva para el negocio de
lámparas que atiende António, que se entretiene limpiando el escaparate
ante una calle por la que casi solo pasa el tranvía. "A mi me da igual. ¿Ha visto la calle? Como si abro a las 8.00. Me
importan más las restricciones de personas, que no podamos ser más de
10, pero si eso sirve... Como no seamos nosotros los que tengamos
cuidado, esto solo puede empeorar", comenta.
Teletrabajo en Lisboa y Porto
Dentro de la nueva normalidad, se seguirá potenciando el teletrabajo en
las grandes ciudades, Lisboa y Porto, siempre que sea posible. En principio, es lo que ocurrirá en los grandes centros laborales, que
estudian horarios desfasados de entrada y salida y de pausas y comidas
para la plantilla y rotación en el trabajo presencial. Mientras, el transporte público se refuerza en ambas ciudades, donde tradicionalmente hay menos frecuencia en la época estival.
Casos en ascenso
El estado de contingencia se estrena después de días de registrar un
incremento en el número de contagios diarios, que la semana pasada
superaron el umbral de los 600 casos en 24 horas y marcaron máximos no
vistos desde abril, en pleno estado de emergencia. Portugal suma 1.871 muertes y 64.596 contagios por coronavirus y observa
con preocupación las señales de inicio de una posible segunda ola en
Europa.
No se ha llegado a ese escenario en el país, sostienen las autoridades
de salud, que con todo insisten en tener más cuidado y respeto a las
normas. Dentro de las nuevas reglas, además de restringir reuniones y
horarios comerciales, se ha puesto coto a la venta de alcohol. Desde hoy se suspende la venta de alcohol en gasolineras y en el resto
de establecimientos sólo se permitirá hasta las 20:00 horas -a menos que
sea para acompañar comida-, mientras que su consumo en la vía pública
queda prohibido.
Un laberinto de medidas
"Ya ni sé que se ha aprobado hoy. Me parece que no cambia nada para mí",
comenta a toda prisa María João antes de seguir con sus recados en
Lisboa. La confusión es otro de los sentimientos más comunes en la calle, donde
pocos notan diferencia con respecto a ayer. La sucesión de medidas que
se van a adaptando al devenir de la pandemia ha sido una constante desde
que comenzó la desescalada en mayo, y hacen surgir cada vez más
artículos de preguntas básicas y respuestas en la prensa para aclarar
dudas.
Y mientras, muchos ciudadanos optan por restringir aún más las reglas
para ellos mismos, por ejemplo llevando en todo momento la mascarilla
por la calle, una medida que no es obligatoria en Portugal -que apenas
la exige en espacios cerrados- pero que es cada vez más popular.