EFE | La
ley que despenaliza la eutanasia entró en vigor hace algo más de un
mes, pero "la situación es caótica y penosa" y las entre 70 y 100
personas que han solicitado o intentan pedir ayuda para morir en España
se están encontrando con dificultades "sangrantes", según el presidente
de Derecho a Morir Dignamente, Javier Velasco.
En una entrevista con Efe, Velasco apunta a la lentitud de algunas
comunidades autónomas que ni siquiera han puesto en marcha las
comisiones encargadas de evaluar las solicitud, a la falta de
información de los médicos, la imposibilidad de acceder a los documentos
necesarios para demandar esta ayuda e incluso el impacto del periodo
vacacional en los centros sanitarios.
"Aunque toda ley cuesta ponerla en práctica, las comunidades
autónomas tenían que haberlo previsto. Son muy pocas las solicitudes;
calculamos, por los datos que tenemos, que son entre 70 y 100 las que se
encuentra en trámite de presentarse", apunta el responsable de una
asociación que luchó durante décadas por la legalización de la ayuda a
morir en España.
A
su juicio, dilatar la espera "tremendamente injusto e inhumano porque
las personas que solicitan ayuda para morir están viviendo situaciones
de extremo sufrimiento"."Es verdad que son muy pocos los casos,
pero eso hace más sangrante que muchos se enfrenten a dificultades
incluso para encontrar la solicitud de su derecho a morir", continúa. Cuarenta días después de la entrada en vigor de la ley de la
eutanasia, sólo se ha conocido el caso de una mujer de 86 años que ha
recibido ayuda para morir en el País Vasco, un caso que se realizó en
menos de un mes y por el que Velasco da la enhorabuena a la
administración de Euskadi, por su agilidad, prontitud y buen hacer.
Sin
embargo, el ejemplo vasco no cunde, asegura el presidente de Derecho a
Morir Dignamente, quien lamenta la lentitud de las administraciones
autonómicas a la hora de poner en marcha los mecanismos necesarios para
poder hacer efectivo este derecho, incluido en la cartera de servicios
del Sistema Nacional de Salud.Para empezar, según sus datos,
Asturias, La Rioja, Andalucía y Navarra aún no han constituido sus
comisiones de garantía y evaluación, que han de estar compuestas por
personal médico, de enfermería y juristas y que son las responsables en
última instancia de autorizar cada proceso de eutanasia.
Además,
continúa, hay un déficit de información por parte de las
administraciones sanitarias autonómicas a los profesionales, con
comunidades que aún no han colgado en sus páginas web los documentos
necesarios para solicitar la ayuda a morir -Andalucía, Cantabria,
Castilla-La Mancha, La Rioja y la Comunitat Valenciana-.
Los problemas más comunes que se están encontrando los solicitantes
de la eutanasia es que muchos profesionales les dicen no saber nada de
la ley y por tanto no recogen la solicitud ni la trasladan a su
superior, a los que hay que sumar los objetores de conciencia. "Lo
que debería hacer el médico es recibir la solicitud; comunicarle al
solicitante que él no va a hacerlo, pero trasladársela a su superior.
(...) Conocemos casos de personas que han tenido que hacer tres intentos
diferentes con distintos profesionales sanitarios. En otros casos se ha
aducido que el superior no está disponible porque es periodo vacacional
y faltan muchos profesionales o por la presión de la quinta ola de
covid", asevera.
Velasco incide en que las cosas deben
normalizarse, en que hay que aceptar que la muerte es algo que todos han
de vivir: "Aceptar que hay personas que quieren que se las ayude a
morir y si cumplen los requisitos, hay que hacerlo sin más, que para eso
están las leyes", subraya. La ley de la eutanasia establece que
pueden solicitar ayuda para morir personas mayores de edad con una
enfermedad grave e incurable y que padezcan un sufrimiento "constante e
intolerable". Si se cumplen los plazos fijados en la norma, el paciente podría recibir
la eutanasia unas cinco semanas después de solicitarla, tras ser
informado de las distintas alternativas y de los cuidados paliativos
disponibles y después de confirmar su voluntad de morir al menos en
cuatro ocasiones a lo largo de todo el proceso.