El 25 de junio de 1876, en el territorio de Montana, el general George Armstrong Custer y unos setenta soldados pertenecientes al legendario Séptimo de Caballería, fueron exterminados por cerca de veinte mil sioux, cheyennes,arapahoes,miniconjoux, oglalas, pies negros y unkpapas, el mayor contingente de pieles rojas jamás congregado en Norteamérica.
Según los estrategas militares, la considerable torpeza con que procedió llevó a la perdición a sus hombres. Custer no sólo desdeñó el uso de la artillería –nada de cañones ni ametralladoras Gatlings- sino que incluso se adelantó a los acontecimientos y rechazó la orden de confluir con las unidades de los generales Terry y Gibbon.
Obnubilado por su ansia de gloria, el célebre general estaba preocupado, no obstante, por el tamaño del poblado enemigo. O al menos eso es lo que confirman los testimonios que se han conservado hasta nuestros días. Los exploradores crows ya le habían informado de que el asentamiento era excepcionalmente grande.
Sin embargo, la información que se le proporcionó a Custer, a través de los agentes de las reservas, no podía ser más inexacta. Se le comunicó que tendría enfrente aproximadamente a mil quinientos guerreros. Y esa fue la cifra que facilitó a sus subordinados.
Años después de la batalla, algunos indios aseguraron que los soldados estaban tan aterrorizados que dejaron caer sus armas al suelo. En realidad, fueron muchos los que efectivamente soltaron sus carabinas, pero no porque fuesen presa del pánico, sino porque éstas se encasquillaban, ya que los dúctiles casquillos de cobre –a diferencia de los de duro latón- se deformaban al explosionar la pólvora, provocando que se pegaran a la recámara.
Aunque no se sabe a ciencia cierta, las fuentes de la época apuntan que Custer, consciente de la magnitud de su fracaso, se suicidó con su arma.
El cine nos ha legado una imagen del general que no se corresponde con la de la realidad. Egocéntrico y enormemente ambicioso, fueron su imprudencia y su altivez las que lo condujeron a él y a sus soldados al desastre.
Las dos películas que mejor reflejan la batalla de Little Big Horn son “La gran aventura”, de Robert Siodmak; y “Murieron con las botas puestas”, de RaoulWalsh. En la primera el general es encarnado por Robert Shaw y en la segunda por el gran ErrolFlynn. También Arthur Penn en “Pequeño gran hombre”, con Dustin Hoffman en el reparto, abordó la célebre masacre.
Ángel Varela