Lo que aportaron los distintos invasores a la Península Ibérica:
Los cartagineses, descendientes de fenicios que se establecieron como comerciantes desde el 572 a.n.e. Como pueblo púnico desde Cartago, se convirtieron en una verdadera talasocracia (gobierno de los mares), iniciaron en el 236 a. n. e., su expedición de conquista por Hispania que duró ocho años, hasta la muerte de Almírcar Barca en batalla el año 228 a.n.e. Fundaron fundamentalmente factorías para intercambios comerciales, convirtiéndose posteriormente en ciudades.
Los romanos, más de seis siglos, desde el 218 a.n.e. hasta el año 425.El latín se impuso como lengua común.El derecho romano (leyes, concepción del estado...) Hispania fue una de las provincias del imperio más romanizadas. Prueba de ello fue que varios emperadores nacieron en la península (Trajano, Adriano). Filósofos como Séneca. Escritores como Quintiliano y Marcial.Crearon una tupida red urbana (Tarraco, Cesar Augusta, Emerita, Toletum…) ligada por un complejo sistema de calzadas. Acueductos. Múltiples puentes como el de Alcántara o Mérida, así como Circos, Termas, Anfiteatros…
Los Visigodos, conquistaron Hispania en el s. V y la perdieron en el s. VIII, antes de recuperarla a través de esa larga guerra civil que en los libros llaman Reconquista. Es importante mencionar que realmente fue una guerra civil hasta tal punto manipulada que solo los historiadores reflejan la verdad, pero poco o nada los reinos y gobiernos posteriores. Rodrigo Díaz de Vivar era un mercenario que combatió con el mejor postor, fuese moro o cristiano, pero no el único, también reyes cristianos luchando junto a musulmanes contra otros reyes cristianos.
El recuerdo del pueblo godo se ha mantenido en la cultura popular española a lo largo de los siglos, siempre asociado a nobleza antigua con su más pernicioso y único legado “el morbo godo”, son innumerables los episodios de enfrentamientos civiles en España hasta el siglo XX.
Los árabes, los más defenestrados pese a la importante aportación entregada no solo a la Península Ibérica, también a Europa, en matemáticas muchos de los principios básicos de la aritmética, geometría y álgebra fueron descubiertos por eruditos árabes. Creación de hospitales, tratamientos de enfermedades infecciosas, avances en cirugía, óptica. Urbanismo, la noria hidráulica. Trajeron y cultivaron la sandía, limón, higo, espárrago, espinaca, alcachofa, granada, berenjena, naranja.
Platos como albóndigas, brochetas, mazapán, arroz con leche, pisto, escabeche, caña de azúcar, especias. Telar de alfombras, alicatado, artesonado. En nuestro idioma tenemos alrededor de cuatro mil palabras de origen árabe, que representa el 17% de nuestro léxico, y como dijo Samuel Johnson (1709-1784): “En el idioma está el árbol genealógico de una nación”. Poco hemos agradecido por lo entregado durante aquellos 898 años que permanecieron en España tras la expulsión definitiva de los moriscos (moros conversos al cristianismo), por Felipe III en 1609.
Con todos ellos vinieron judíos, y posiblemente con los fenicios y griegos, nunca invadieron, se extendieron como el aceite permaneciendo entre nosotros más de 2.000 años, nunca aportaron nada, se dedicaban a negociar, recaudar para los gobernantes y prestar. Y aun así Torquemada presentó el proyecto de decreto a los Reyes Católicos el 20 de marzo de 1492, y firmado el 31 de marzo 1492 por ellos, proyecto que significó la expulsión de los judíos. Julio Valdeón Baruque (historiador) sitúa la cifra entre los 70.000 y los 100.000.
Los judíos endogámicos por tradición, aunque cuando se mezclaron con gentiles lo hicieron de forma más selectiva, siempre con las capas altas de la sociedad, al menos en España. El Rey Fernando «El Católico» y su primo, el poderoso noble castellano Fadrique Álvarez de Toledo, II Duque de Alba, portaban una remota ascendencia judía, al estar emparentado con doña Paloma. El Infante Fadrique de Castilla, hijo ilegitimo del Rey Alfonso XI, con el fallecimiento del patriarca, y del hijo mayor Alfonso Enríquez, le sucedió al frente del almirantazgo de Castilla. Alfonso era fruto de una relación fuera del matrimonio, donde la madre sería Doña Paloma, una mujer judía nacida en la población sevillana de Guadalcanal, aunque otros autores como el historiador Diego Ortiz de Zúñiga afirman que vivía en Llerena (Badajoz).
Los judíos como dijo la Biblia en Génesis 28:13, finalmente cubrieron toda la faz de la Tierra manteniendo siempre la solidaridad y contactos entre sí, porque sean de donde sean, lo primero para ellos es, ser judío. De estas dos grandes virtudes se quieren aprovechar nuestros hipócritas y codiciosos gobernantes abrazando ahora el filo-judaismo, cuando son hijos, nietos o seguidores del anterior dictador, el mismo de fobia antijudía, copia patente de los dictados fascistas y nazis con su frase favorita: “todo fue provocado por el contubernio comunista judeo masónico”.
El interés por el vil metal de estos gobernantes católicos, siempre ávidos del dinero de la forma que sea, como demuestra la corrupción generalizada entre sus filas, son capaces de vender a gente de su propia sangre o ideales, como es el caso, para conseguir inversores judíos y ser parte de sus organigramas, concediendo mediante Real Decreto Ley 893/2015 la nacionalidad española a los descendientes sefardíes, el primero fue el abogado israelí Josef Ben Naim de 40 años y vecino de Haifa, descendiente de judíos expulsados de la Península Ibérica en el siglo XV, porque se negaron a renunciar a su fe.
Ley que dice: “La presente Ley pretende ser el punto de encuentro entre los españoles de hoy y los descendientes de quienes fueron injustamente expulsados a partir de 1492, y se justifica en la común determinación de construir juntos, frente a la intolerancia de tiempos pasados, un nuevo espacio de convivencia y concordia, que reabra para siempre a las comunidades expulsadas de España las puertas de su antiguo país”.
Ley amplia y de gran calado pero solo aplicada a judíos, no así a los descendientes de aquellos moriscos (moros conversos al cristianismo) expulsados 117 años después que ellos. Poderoso caballero es Don Dinero, escribió Quevedo.
José Enrique Centén