“La historia es un incesante volver a empezar”, Tucídides (460 - 395 a.n.e.). En España 202 años después se confirma el grito de 1814, hoy en boca de los acólitos de la Dictadura Financiera junto al partido que solo ha cambiado las siglas durante siglos sin renunciar a sus orígenes, el beneficio propio con una sola ideología, la luz del oro. Los acólitos de hoy están representados por los dirigentes de un partido fundado hace 137 años, que han gritado con sordina el 23 de octubre del 2016 ¡vivan los recortes!, las actuales “caenas” exigidas por la élite financiera europea que tanto beneficios les ha dado al algunos de ellos, y esperan conseguir los restantes. Lo hacen con la consigna de la gobernabilidad y el bien de España, muy bien orquestado por los medios de comunicación, pero ambos partidos con muchos encausados y no encausados con sus fortunas en paraísos fiscales del extranjero, es su manera de defender el latrocinio perpetrado por los más de 2.000 imputados por malversación de bienes públicos, cohecho, la financiación ilegal…, y lo que no sabemos pero sospechamos de antiguos ministros, presidentes y familiares de los que nos gobiernan.
Pero cuando el actual Pablo Iglesias en unas declaraciones sobre la necesidad de un control de los medios, inmediatamente le tacharon de stalinista camuflado, cuando en realidad solo expresó lo mismo que el nada sospechoso de izquierdista,J. Rawls (1921-2002), filósofo estadounidense, profesor de filosofía política en la Universidad Harvard y autor de “Teoría de la justicia, Liberalismo político”, cuando escribió1: Hay que procurar y asegurar, desde las instituciones, que los más pobres o los menos poderosos socialmente tengan las mismas oportunidades de participar en política más allá del derecho al voto, con y el acceso equilibrado a los medios de comunicación y ciertas regulaciones de la libertad de prensa que no afecten a los contenidos, con el fin de mantener la independencia de estos medios respecto a las grandes concentraciones de poder económico y social. Se trata, en este caso, de evitar el riesgo advertido, ya por Rousseau, de quienes posean mayores recursos puedan unirse y excluir a los demás. El objetivo es proteger, de manera especial, la igualdad de oportunidades al acceso al poder. De otra forma, la libertad de expresión se volvería una gran ironía: la libertad de alguien que no puede hacerse escuchar.
Qué vergüenza sentiría el anterior Pablo Iglesias de estos nuevos dirigentes que repudian las directrices del partido creado en 1879 siguiendo las directrices de la Comuna de París en 1871, uno de los episodios más grandes e inspiradores de la historia de la clase obrera y abolido por las armas con el apoyo de Alemania, entonces en manos de Bismarck, por el peligro que representaba los ideales de La Comuna, un proyecto político popular autogestionario cuestionando el poder establecido implantando una democracia directa, donde se tomaron importantes medidas para garantizar derechos fundamentales como la educación, la sanidad, la vivienda, la justicia y el trabajo digno para todas las personas. Asco producen estos dirigentes capaces de mentir continuamente diciéndose respetuosos con “La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano de 1789, inspirada en la declaración de independencia estadounidense de 1776 y en el espíritu filosófico del siglo XVIII”. Cuando en España contraviene entre otros el Artículo 3º donde dice: “El principio de todo gobierno reside en la propia nación... Ningún grupo, ningún individuo puede ejercer una autoridad que no emane única y exclusivamente del pueblo...”, estos dirigentes del PSOE se han unido a aquellos que les es más fácil destruir que construir, con el único fin del beneficio propio.
José Enrique Centén