Se echa de menos la práctica cotidiana de los valores en la conducta por todos.No hace falta ser un gran observador de la realidad para darse cuenta de que es necesaria una mayor conciencia que los comportamientos responsables y correctos deben ser la regla general y no la excepción en algunas situaciones. Es verdad que muchas personas cumplen unas reglas de conducta éticas que son buenas, pero otras no.
Y los valores éticos permiten el logro de una conducta armoniosa en sociedad y propician el bienestar individual y colectivo. Luchar por la justicia y ser solidarios, respetuosos y buenos no es algo trasnochado e inútil sino algo absolutamente imprescindible, si queremos conseguir una sociedad más igualitaria y menos injusta, violenta y agresiva.
La ética trata de costumbres o hábitos y también del carácter. Y busca fundamentar teóricamente las normas morales con el fin de encontrar la mejor forma de vida a través de la razón.
Los valores éticos más esenciales son: libertad, bondad, justicia, responsabilidad, respeto, integridad, lealtad, honestidad, equidad, solidaridad, compasión, fraternidad, igualdad, etcétera. Si se practicaran con mucha más intensidad y frecuencia desparecerían muchos problemas en el mundo.
Ciertamente, los valores morales permiten diferenciar, de modo claro, entre lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto. Y es verdad que desde el nacimiento son inculcados con la educación y los procesos de enseñanza, pero no siempre son bien asimilados y comprendidos. Estamos en una sociedad líquida, como decía el filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman, en la que todo cambia a una velocidad vertiginosa imperando un relativismo cada vez mayor especialmente entre los jóvenes, pero también en una considerable parte de los que ya no lo son. Y esto produce dudas, caos, desorden social y otros problemas.
El último libro de Luis Goytisolo titulado Coincidencias reitera esta sensación de disparate y de falta de sentido en muchas de las cosas que se deciden en la actualidad, desde un punto de vista político y social. Dice Goytisolo: «ahora está todo mucho más difuso, es muy difícil para la gente saber cuál es la solución a lo que está pasando y porqué le está pasando». En efecto, ante los absurdos de la existencia tan patentes se pueden realizar muchas preguntas. Y a todo esto se añade una minusvaloración de la cultura. Ha quedado reducida a algo secundario y más bien minoritario. Especialmente la alta cultura. Predomina claramente el puro entretenimiento vacío de profundidad.
Y Goytisolo en una entrevista dice algo estremecedor: «mientras antes la gente estudiaba una cantidad de asignaturas con las que tenía claro lo que es la vida y lo que es uno mismo, ahora se suprimen prácticamente todas». Lo que quiere decir este gran escritor es que la desorientación de mucha gente es total por desconocimiento de muchos contenidos que hace décadas se estudiaban más y mejor. Y los criterios claros son muy necesarios para proyectar y dirigir la vida. Lo contrario supone dejarse llevar por los acontecimientos y la pura comodidad consumista, sin pretender desarrollar lo mejor de cada uno para realizar lo que cada persona quiere ser realmente. No me extraña que diga Luis Goytisolo que ahora la gente no sabe dónde va.
La actitud escéptica y la indiferencia ante la realidad me parece que no son algo positivo. Porque en vez de impulsar la acción la limitan y la coartan. El placer y el disfrute como principios vitales son entendibles, pero el hedonismo más absoluto no es, por sí mismo, suficiente en una vida realmente humana. Creo que los retos y el crecimiento personal con el logro de metas es algo grande y que no debe ser puesto en un último plano.Si nos regimos únicamente por la comodidad material más absoluta estamos descuidando el desarrollo de lo que podemos hacer y ser.
José Manuel López García