Natalia Jardón | Existe en inglés una expresión que puede resultarnos útil a la hora de explicar el clima de confusión generalizada que afecta a la comunidad lingüística del Eo-Navia: se trata de la frase elephant in the room ‘elefante en la habitación’, usada metafóricamente para describir situaciones en las que una realidad evidente e incontrovertible es ignorada de manera consciente, por ser ésta socialmente incómoda, subversiva o inoportuna.
Dichas situaciones nos llevan a escenarios grotescos en los que el estudio de la realidad por sí misma cae en el descrédito, asediada por un relativismo que asume que el conocimiento depende del punto de vista. Dado que sería muy difícil (en los términos que marca la ciencia) tratar de negar un hecho tan evidente como puede ser la presencia de un elefante, se recurre en estos casos al cuestionamiento sistemático de la realidad, enfatizando su irrelevancia. Esta estrategia, que podríamos denominar sofista por no aspirar a la verdad sino a la mera persuasión, alimenta un estado de “esquizofrenia social” que compele al ciudadano a vivir en contradicción.
Entremos ahora en esa habitación llamada Asturias, decorada en diferentes estilos y con vistas al mar y a la montaña: ahí nos encontramos al elefante que la habita desde tiempos inmemorables, el idioma gallego. Observamos su caminar tranquilo e imperturbable por la habitación que siempre ha sido su hogar, y sin la cual estaría huérfano; no obstante, preguntémonos esto: ¿qué quedaría de Asturias sin su elefante?
El problema surge cuando quienes tienen la competencia (y la responsabilidad) de velar por el bienestar del elefante se proponen acabar con él y con cualquier otro atisbo de diversidad en la habitación. De ahí que durante los últimos 30 años se haya venido desarrollando una política de “exterminio amable” de la lengua gallega en Asturias, lengua que representa a decenas de miles de asturianos.
¿Cuáles son las características más notables de esta política de exterminio amable? Una de ellas es evitar llamar a la realidad por su nombre para despojarla de su identidad: así, se rechaza el uso del término gallego en favor de otros como eonaviego o gallego-asturiano, que en ningún caso estarán al nivel de la “verdadera” lengua de Asturias, el asturiano. Utilizar el término gallego supondría reconocer su dignidad como parte del dominio lingüístico gallego-portugués, y como miembro de un legado histórico y cultural tan extenso (o más) que el del astur-leonés; por ello, se le niega el nombre y se le coloca a pie de página. Así llegamos a la segunda característica, la invisibilización de la lengua en las instituciones y medios autonómicos: invito al lector a pasearse por la Junta General, órgano que (se supone) representa a todos los asturianos, donde verá carteles bilingües en asturiano/castellano. Busque algo en gallego y no lo encontrará, del mismo modo que no encontrará un programa en la TPA donde el presentador use el gallego para dirigirse a los vecinos de un pueblo de la Asturias central. Esto último no dejaría de ser meramente anecdótico si no ocurriese todos los días en sentido contrario: me refiero al caso del presentador que visita Eo-Navia en asturiano. Por tanto, en Asturias hay un indigno desajuste entre la realidad lingüística del territorio y el reconocimiento de la misma a nivel mediático e institucional.
Una tercera propiedad del exterminio amable es el control social de la opinión y el señalamiento del disidente: para ello se aducen argumentos falaces basados en encuestas que apelan a sentimientos e identidades, más allá de la lengua, todo ello para negar que el elefante existe y es. En vez de apreciar la riqueza lingüística de la habitación, normalizando el hecho de que elgallego es tan propio de Asturias como lo pueden ser el asturiano y el castellano, se opta por arrojar a los gallegohablantes a una piscina de contradicción, en la que compiten asturianidad y lengua. Aquellos que logran no caer al agua son acusados de galleguistas, palabra cuyo sentido original (‘que tiene amor o aprecio por lo gallego’) ha sido reemplazado en Asturias por otro de carácter nacionalista-irredentista que acentúa la confusión creada entre identidad y lengua. El mensaje que se le lanza a la opinión pública es el siguiente: los que sostienen que en Asturias se habla gallego son los mismos que reclaman que el territorio entre el Eo y el Navia forme parte de Galicia. ¿Y usted, querido ciudadano? ¿Llamaría gallego a su habla? ¿Es usted un traidor a la patria?
Tras el tabú terminológico, la invisibilización institucional y mediática, y el control de la opinión pública, aparece el ingrediente más letal del exterminio amable: la sustitución. Para continuar con nuestra metáfora, esto consistiría en hacer creer a la gente que lo que percibe de forma clara y distinta como un elefante en realidad es una gaviota. Se admite que hay algo, pero no lo que el ciudadano diría que hay. Éste podría decir: “bueno, yo pienso que no hay duda de que es un elefante: esas orejas, la trompa, las patas, el tamaño, los barritos que da”; pero de repente, se ve golpeado por las tres primeras partes del exterminio amable, arriba descritas; el pobre hombre se incorpora como puede y recapacita: “quizá sean alucinaciones mías, lo del elefan… el paquidermo, perdón”; acto seguido aparece la voz de la sustitución: “tranquilo, no estás completamente loco. Sí que hay algo, pero míralo bien. Es una gaviota”; el hombre contesta pasmado: “no veo que vuele, ni que ponga huevos, ni que tenga plumas. Será mi percepción que me engaña, así que voy a dejar todas mis intuiciones de lado, y voy a confiar ciegamente en esta voz que me dice que es una gaviota. Seguro que al final acabo viéndola yo también”.
Tan triste como absurdo, ¿verdad? Pues esa es la realidad de Asturias, la realidad del gallegohablante del Eo-Navia que percibe, por ejemplo, que su o suena diferente cuando habla del oso animal y del oso que forma el esqueleto. En vez de aceptar este hecho como consecuencia natural de que la o en gallego puede ser abierta o cerrada, se le hace creer que lo que él percibe como o puede ser u, tratando así de acomodar su sistema de 7 vocales a otro de 5 que le es ajeno, el sistema asturleonés. Las normas ortográficas vigentes, cocinadas a principios de los 90 con el objetivo de deslegitimar las propuestas por la Mesa prá defensa del galego de Asturias (MDGA), contemplan además la sustitución de la -ll- etimológica por la -y- propia del asturiano, así como la adopción de apóstrofes. Estas decisiones en torno a la norma no son inocentes, sino que obedecen al propósito criminal de deformar el gallego propio de Asturias hasta que no sea ya reconocible, para así poder arrebatarle su dignidad y condición de lengua perteneciente al tronco gallego-portugués. El afán de convertir al elefante en gaviota. Axuntar
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