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José Manuel López García
Cartas al Director
Mi columna

Conservadores y liberales

04-09-2022

Hace algunos años, cuando estudiaba la licenciatura en psicología, elaboré un trabajo práctico para la asignatura Psicología Diferencial. El tema elegido fue actitudes y elección política. De manera muy resumida, la tesis que propuse es que hay determinadas características personales que determinan la orientación política -básica- que elegimos a lo largo de nuestra vida. Aquella idea quedó en mí como intuición a lo largo de muchos años, acompañada de la inquietud por saber si estaba suficientemente bien fundamentada. Un buen número de lecturas posteriores me hicieron persistir y profundizar en esa intuición. Fue un decirme a mí mismo: “no, ni mucho menos estabas desbarrando”. 

Pero no es el propósito de este artículo hacer un análisis político al uso sobre el conservadurismo y el liberalismo como opciones políticas, y qué es lo que las diferencia doctrinalmente. Mi intención va por otro lado, y no es otro que abordar -dentro de las posibilidades que brinda un artículo de opinión- que es lo que diferencia a “lo conservador” y “lo liberal” como actitudes ante la vida y las consiguientes paradojas que de ese análisis se derivan. 

Sin duda dos autores de referencia en el análisis de este asunto han sido David Sperber y Lawrence Hirschfeld, que desarrollaron el modelo de los módulos cognitivos o filtros mediante los que reaccionamos ante el mundo, generando actitudes básicas de adaptación (ya sea de huida o afrontamiento, en un momento inicial). Véase el caso del miedo instintivo a las serpientes. Si tendemos a evitarlas en cuanto las vemos es porque disponemos de circuitos neuronales preparados para hacerlo. Esos circuitos desempeñaron en su momento una función adaptativa de supervivencia para nuestros ancestros y los hemos conservado hasta nuestros días. 

Lo interesante es que a partir de este mecanismo de fuerte componente instintivo -y que tuvo su razón de ser en nuestra evolución como especie- se han desarrollado disposiciones de comportamiento actuales. Es decir: aquellos dispositivos originales actúan hoy en día como detonadores frente a estímulos propios de nuestro entorno. Según el psicólogo social Jonathan Haidt, habrían acabado por generar cinco fundamentos morales, que determinan orientaciones hacia nosotros mismos y hacia los demás: cuidado/daño, equidad/engaño, lealtad/traición, autoridad/subversión y sanidad/degradación. 

Este último fundamento (sanidad/degradación) bien puede servirnos como ejemplo de lo que pretendemos decir: la actitud conservadora -y recordemos que conservador viene de conservar- es decir, guardar, preservar, cuidar (la salud también)- se traduce en un acusado comportamiento preventivo frente a virus, bacterias y parásitos. Parte de una concepción implícita: es mejor prevenir que curar y, por lo tanto, no tomar riesgos derivados de la exposición a las fuentes de contagio. Lo liberal aquí sería una actitud más despreocupada y abandonada, fiando la solución de estos problemas a un sistema inmunológico en buenas condiciones. A propósito, ¿recuerda cuál fue su actitud predominante en relación a este fundamento durante la última pandemia? Le puede dar claves muy significativas al respecto.  

Así es que, en función de la distinta disposición que tengamos de cada uno de estos fundamentos, se determinarían a posteriori nuestras orientaciones políticas. Orientaciones que, finalmente, buscarían en el mercado político aquel producto-oferta política que mejor se adecúe a estas. 

Pero volviendo a lo que realmente nos interesa. ¿Y cómo se “posicionan” conservadores y liberales en relación a cada uno de estos cinco fundamentos? Las investigaciones realizadas por Haidt y sus colaboradores (en Estados Unidos) arrojan conclusiones para la reflexión: mientras los liberales se anclan en los fundamentos de la equidad y el cuidado (desconsiderando más la lealtad, la autoridad y la sanidad), los conservadores apuestan…por todos ellos.  

Ahora toca pararse a reflexionar y ver lo conservador y liberal quizás desde una nueva perspectiva, más vinculada a la antropología biológica y a la psicología evolucionista. Quizás lo conservador no sea más que la tendencia a asegurarse que todos los fundamentos morales sean preservados y lo liberal una concepción menos preocupada por hacerlo, excepto por lo que respecta a los dos anteriormente mencionados. 

Otra cuestión aparte es la distinta concepción antropológica que se proyecta desde ambas actitudes-macro (conservadora y liberal) en relación a la cuestión individuo vs. comunidad. Bien es sabido que la Revolución Francesa instauró lo que desde ciertos enfoques filosóficos -como el Materialismo Filosófico- se denomina “holismo atómico”. Este término designa a una sociedad política compuesta por individuos beneficiarios de derechos inalienables, pero concebidos como islas desprendidas de cualquier adherencia comunitaria. Un “yo, mí, me, conmigo” que ha dominado las concepciones políticas predominantes, aunque estas después hayan sido matizadas por la irrupción del sistema liberal-democrático (surgido, recordemos, como adaptación del sistema liberal clásico a las transformaciones sociales de finales del XIX y principios del XX). 

Pero yendo -una vez más- más allá de lo estrictamente político, hay algunas críticas planteadas a esa concepción de los individuos-como-islas que merecen ser tenidas en cuenta. Una de ellas es la vinculación entre la libertad y forja del carácter, desde mi punto de vista un asunto de enorme transcendencia. Para eso tenemos que recurrir al filósofo comunitarista (y, por tanto, conservador para muchos) Charles Taylor, que a propósito de este tema nos dice que es una ingenuidad concebir la libertad como una auto determinación individual desprovista de límites y condicionantes. Sin ellos, todo deja de tener valor. Si puedo elegir entre un rango ilimitado de opciones y puedo conseguir igualmente cualquiera de ellas, ¿cómo puedo dar valor a lo elegido? Así que tener que vérselas con figuras de autoridad que impongan restricciones no solo sería inevitable, sino condición sine qua non para que el carácter se construya paulatinamente y lo haga orientado por un sentido y propósito que permita hacer frente a esas dificultades.

Antes estas visiones “pre-políticas” del conservadurismo vs. liberalismo, solo queda hacernos una pregunta final: y usted, más allá de las preferencias políticas de cada momento, ¿es realmente un conservador o un liberal? Quizás a partir de ahora pueda ver esta cuestión bajo un prisma sustancialmente distinto.

Lucas Ricoy


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