En general, las normas de comunidad de las redes sociales son muy genéricas y no precisan gran cosa. De esta forma, poseen un margen de interpretación y discrecionalidad, que les permite censurar contenidos, sin ninguna justificación. La libertad de expresión y opinión existe, pero se la saltan, de forma absurda, en muchas ocasiones. Utilizan robots, sistemas automáticos o algoritmos junto con personas, que velan supuestamente por las buenas formas, para que no haya apología de la violencia o malos tratos verbales, etc. Pero esto no se cumple, porque simplemente se considera violencia, a veces, opinar sobre la pobreza en el mundo y esto se considera en algunas redes sociales, como algo violento y censurable y es todo lo contrario. Es como si los usuarios de algunas redes sociales tuvieran que justificarse de todo lo que publican, cuando es de sentido común lo que están exponiendo. Se observan fallos muy graves en el control de los contenidos para evitar la violencia, los insultos, etc. Parece que todo es violencia, si se exponen posibles soluciones, para reducir la pobreza o erradicar el hambre en el mundo, por ejemplo. Es demencial. Los robots no disponen de la capacidad interpretativa de las personas y no analizan el contexto de las publicaciones y su contenido real, solo se fijan en palabras y datos supuestamente sospechosos, y a la más mínima duda irrazonable bloquean contenidos. Es lamentable. A veces reconocen los errores en su política de censura, después de meses o años y otras veces no. Menos más que existen redes sociales más permisivas. Resulta que los libros y artículos escritos dan mayor libertad de expresión, tanto en formato papel o vegetal, como en el caso de los libros digitales. Incluso algunos comunicadores españoles dicen, que en televisión encuentran más libertad para expresarse sin trabas y palabras prohibidas o que tienen implicaciones supuestamente negativas. Los algoritmos no interpretan adecuadamente, en muchos casos, la libertad de expresión. También es cierto, que la censura también se observa en el periodismo, por ejemplo, porque se debe respetar la línea editorial del medio y también no se pueden hacer críticas a compañías, aunque estén basadas en hechos irrefutables, ya que ponen parte de la publicidad del medio de comunicación.
Las normas de urbanidad las conoce todo el mundo. Está bien que se censuren los insultos, las faltas de respeto o las descalificaciones evidentes de unos usuarios de redes sociales respecto a otros, pero esto no supone que se pueda censurar cualquier cosa. Algunas redes sociales deben mejorar mucho sus normas de comunidad, para que sean más específicas, precisas y justas, ya que si esto no es así se llega al caos.
Al final, lo escrito es lo que proporciona más libertad a la capacidad creativa de los escritores y creadores de contenidos. Por supuesto, no se puede nombrar a personas concretas, pero si se realizan críticas u opiniones se puede decir lo que se quiera, sin límites. Existe el derecho al honor y la buena imagen y este es uno de los principios a respetar como es lógico. Se pueden escribir ensayos, tratados de filosofía, novelas, etc., diciendo lo que se desea. Por ejemplo, en la ficción como son las novelas, el novelista puede recombinar los hechos y la realidad como considere.
En el primer tercio del siglo XIX el gran filósofo idealista Hegel, sufrió los efectos negativos de la censura, aunque los censores prusianos, en algunos casos, reforzaban las ideas liberales de este filósofo que querían prohibir.
Muchos gobiernos a lo largo de la historia han censurado a los filósofos, literatos, artistas y científicos y esto no puede ser. La libertad para opinar, discrepar y debatir con argumentos profundos y verdaderos es esencial. Los hechos son incontestables, aunque puede haber personas que los intenten obviar o negar, pero eso no sirve, porque lo cierto se abre paso de todas formas. El Gobierno español debería proponer al parlamento una ley que regulara de modo coherente y racional, las prácticas de censura de contenidos de las redes sociales, para que sean proporcionadas y no se extralimiten respecto a los usuarios. No se debe limitar la capacidad de debatir y criticar, porque forma parte de las prácticas democráticas, que surgieron en la Grecia antigua hace más de dos mil años.
El libre pensamiento es la seña de identidad de la cultura occidental, no hay que olvidarlo nunca. La tolerancia supone poder escuchar a los otros, aunque no se esté de acuerdo con ellos. Este es un principio fundamental y que no puede estar sujeto a condiciones. Desde la Unión Europea también se intenta lograr que no haya manipulaciones, en los medios de comunicación de los países, especialmente de los estatales. Es una tarea de una cierta complejidad, ya que es a través de informes y pruebas que requieren un proceso de investigación, que puede ser lento y farragoso, si bien es necesario. Se trata de que los medios sean objetivos en su información y no manipulen las cosas.
José Manuel López García