El periodismo nos muestra mucho de la realidad, mucho, el articulismo de opinión también. Cientos de noticias que no son novedad, ni actualidad, pero que son vida, son presentes...
Buscando y rebuscando, al menos en algunas columnas que escribo, recolectando autores y columnas del pasado. Me he dicho este día voy a buscar algo de Camilo José Cela, ya sé, que está en el purgatorio y en el congelador, o, muchos quisieran que estuviese ahí, hasta la eternidad. Pero nos guste o no, si miramos el siglo de Oro español y literario, nos damos cuenta, que no todas las figuras que hoy estudiamos hasta la media saciedad, no han sido totalmente nobles y loables. No juzgo a Cela, que lo haga Dios, que lo habrá hecho ya, -tampoco lo hago con otras cientos de grandes figuras de la cultura-. Pero creo que su figura como literato es una de las más grandes que ha dado en español y este terruño ibérico, en todas sus lenguas, incluida el portugués. Por tanto, miremos a todas las figuras con la misma regla de medir. A todas, son todas…
Bueno, me he dicho esta mañana busquemos algo de Cela, Camilo José Cela, tengo aquel recuerdo lejano, que escribía algunas columnas que se saltaba casi todas las reglas de temas y de oratoria. Y, me he encontrado con una que publicó en El País, el día 19 de enero del 2002 –dos días después de fallecer-, titulada: Pobrecito busca leona rica. Y, dice, refiriéndose a un anuncio que encontró en El Liberal, antes de la incivil guerra civil: “Viuda joven, saludable y bien parecida desea protección (de) caballero formal preferible funcionario o sacerdote”. Y, como es lógico y normal y racional en Cela y en cualquier escritor, ante esta noticia o este recorte pues ya su imaginación y sus conceptos y su corazón y sus palabras y su estética se desparraman…
Imaginen ustedes, si es que pueden o podemos, lo que en cien años han cambiado las costumbres, lo que en cuatro generaciones, -si entendemos cada una por veinticinco años-, en cuatro generaciones lo que han cambiado en nuestro país y Europa, las costumbres, hábitos, usos, modos y modas en todas las temáticas, y, especialmente en las sensuales y sexuales… Imaginen ustedes. No soy, de aquellos que piensan que todos los cambios han sido malos, ni que todos los cambios han sido buenos –buenos útiles, buenos morales, buenos espirituales-. No. Creo que en todo habría que examinar cada uno de ellos. Y, diferenciar entre tolerar ciertos usos y costumbres, tolerarlo por mil razones, pero no por eso, pensar que ese uso o acto o hábito o idea es buena o es verdadera. Distinguir entre el concepto de tolerancia, es o sería esencial en estos tiempos…
Pongamos el caso de la sensualidad y de la sexualidad. Todo el mundo piensa y se piensa que es muy tolerante y que admite todo, que es muy liberal en este sentido. Pero si usted le pone a otra persona, una raya horizontal, y le va poniendo casos y casuística y realidades reales y posibles en los campos de la sensualidad –que es más amplio que la sexualidad- y, de la sexualidad. Se dará cuenta, que llega un momento que cualquier persona indica, que la línea que él o ella piensa está el límite ahí, o llega hasta ahí. Es lógico y es normal, en cualquier campo, ponemos un límite. No solo moral, sino legal y también de costumbres, sociales, económicos, afectivos…
Pero esta cuestión es siempre un problema eterno. Si se va abriendo el abanico y el horizonte, pero hasta dónde se llega, hasta dónde se debe llegar. Cada generación, cada cincuenta años se llega un poco más. Por tanto, cual o cual debe ser el límite no solo hoy, sino dentro de dos generaciones… ¿Es lógico y racional y moral, por poner un caso o ejemplo, que aunque alguien pueda, tenga suficiente tiempo y recursos económicos, se vaya de viaje y de turismo tres o cuatro veces al año, cada vez, tres o cinco días… es lógico y racional y moral… tal y como está el mundo…? Y, enseguida dirán algunos, una parte del empleo está en el turismo, además, cada uno tiene derecho a utilizar su dinero como quiere, además hay que descansar, además lo ha aconsejado el terapeuta, además…
Hemos tratado en el punto anterior, un ejemplo-caso de sensualidad, existirían cientos. Pero podríamos clavar/citar un caso o casuística de la sexualidad… Saben que no me gusta mencionar claramente, ni personas, ni entidades, siempre en abstracto o citando casos imaginarios o irreales o simbólicos o paradójicos o… pero el caso lo requiere… dicen, que en un país o nación o Estado o ciudad capital de dicha sociedad… existen tal número de personas, que disponen en sus hogares de “muñecas de tamaño real, muñecas sexuales”.
Por otro lado, en esa misma sociedad, existen miles y decenas de miles de mujeres de carne y hueso y mente y alma, que no han podido encontrar marido o esposo… ¿Es esto moral, esto es ético, esto es psicológicamente sano, esto es sociológicamente comprensible y bueno, esto es bueno para el mismo Estado, que decenas de miles tengan muñecas de tamaño natural y decenas de miles de mujeres que buscan marido no lo encuentren…? Evidentemente la legislación no indica nada ante este tema… podríamos citar como hace Cela, en decenas de artículos o columnas, decenas o cientos de temáticas sensuales o sexuales… -ustedes que leen este artículo piensen en el caso que quieran, amplíen este artículo-.
Solo haré una pregunta para terminar esta compañía de palabras: ¿Qué sucederá cuándo la informática y los robots y la Inteligencia Artificial, ya, o dentro de diez o treinta años, hagan muñecas o muñecos tan perfectos, en casi todo, que hablen, que contesten, que realicen actividades, y que también puedan tener funciones sexuales…? ¿Qué hará la sociedad, qué dirá la sociedad, qué legislarán los sistemas jurídicos… y, quizás, decenas o cientos de miles de personas, de hombres o de mujeres, estarán solos y en soledad, porque no encuentran pareja estable…? ¿…?
Jmm Caminero