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José Manuel López García
Mi rincón

Trump contra el mundo

10-04-2025

Mientras el mundo lidia con desafíos cada vez más complejos, desde el cambio climático hasta las tensiones geopolíticas y la fragilidad económica, que Donald Trump esté en el poder en Estados Unidos no solo sacude el tablero político de ese país, sino que amenaza con desencadenar consecuencias graves a escala global. 

Su discurso populista, centrado en el interés personal y en una visión nacionalista excluyente, no augura estabilidad ni cooperación internacional. Muy al contrario, si algo ha demostrado ya en su paso anterior por la Casa Blanca, es que cuando gobierna Trump, el mundo entero se descontrola. 

Trump no es un estadista, es un empresario de la política. Y como tal, ve el poder no como un medio para servir al pueblo, sino como una herramienta para servirse a sí mismo. En su agenda no hay espacio para el bienestar colectivo, ni para el equilibrio global, ni para la protección de los más vulnerables. Solo hay lugar para los beneficios propios, para sus aliados más fieles, económicos o ideológicos , y para los intereses de un Estados Unidos aislado del mundo. Es semejante a la rabieta de un niño malcriado, acostumbrado a salirse siempre con sus deseos, cueste lo que cueste. 

Esta visión egocéntrica de la política podría tener efectos devastadores antes de que finalice el año. Economistas alertan ya de una posible recesión inminente. Trump, en lugar de tomar medidas que amortigüen ese impacto, propone una política de confrontación comercial, desregulación total y medidas que no solo beneficiarán a unos pocos y hundirán aún más a la clase trabajadora. Miles de puestos de trabajos están en riesgo. Sectores enteros podrían verse desplazados por decisiones improvisadas y sin ningún análisis a largo plazo. 

Pero las consecuencias no se detienen en el ámbito económico. A nivel internacional, Trump ha demostrado una tendencia preocupante hacia el autoritarismo, el desprecio por los tratados multilaterales y la complicidad con líderes antidemocráticos. El aislamiento de Estados Unidos dejaría un vacío de poder que potencias menos democráticas estarían ansiosas por llenar. 

A esto se suma su política migratoria, basada en el miedo, la xenofobia y la deshumanización. Ya lo hizo una vez, encierros de niños, muros inútiles y discursos que dividieron aún más a un mundo, ya de por sí fracturado. No se puede permitir que el odio vuelva a dictar la política internacional. Trump no es un líder, es un riesgo. Un riesgo para la economía mundial, para la paz, para el medio ambiente, para los derechos humanos. Y no se trata de ideología, sino de humanidad, porque un dirigente que no mira más allá de su ombligo, que desprecia al diferente, que se enorgullece de destruir en lugar de construir, no es apto para gobernar el país más influyente del planeta. Algo que no se alcanza a entender es, ¿en que se basaron las personas que le votaron para que les gobernara? Porque lo cierto, es que hay una gran cantidad de personas trabajadoras que le han votado, es algo incomprensible. 

El mundo necesita puentes, no muros. Necesita colaboración, no enfrentamientos. Necesita líderes que escuchen, que piensen, que se rodeen de expertos y que actúen con responsabilidad. Lo que menos necesita es, un hombre que juega con el poder como si fuera un juguete más en su colección de caprichos. 

Antes de que se termine el año, podemos estar ante un abismo económico y político del que será difícil salir. La historia nos observa y nosotros, como ciudadanos del mundo, debemos alzar la voz antes de que sea demasiado tarde. No se trata de hacer una guerra, ni de venganza. Se trata de firmeza diplomática. Aislar políticamente a Trump, es una forma legítima de defensa ante su desprecio por el orden internacional, los derechos humanos y la verdad. Es también, una manera de enviar un mensaje contundente: “quien desprecia al mundo, no puede liderarlo”. 

Europa, al igual que el resto de países tiene los recursos, la influencia y la responsabilidad moral de liderar esta respuesta. Porque no se trata solo de defenderse de Trump, sino de defender el futuro.

Conchi Basilio


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