El Confidencial
radiolider Buscador de noticias buscar en google
José Manuel López García
Mi rincón

Cuando la honestidad no cotiza

07-08-2025

La honestidad ya no cotiza en el mercado político. La justicia se interpreta según el color del escaño. El deber bien hecho parece haberse convertido en una rareza institucional, cuando debería ser la norma mínima. 

En España, cada día se destapa una nueva trama, un nuevo escándalo. Políticos que predican austeridad mientras firmaban contratos millonarios con comisionistas, responsables públicos que recortaban en sanidad, en pensiones mientras desviaban fondos a paraísos fiscales, gestores que hablaban de sacrificio desde tribunas doradas mientras se enriquecían a costa del dinero de todos. Se llenaron la boca con discursos de contención, pero se llenaron los bolsillos sin pudor. Y lo hicieron, muchas veces, en nombre del “bien común”. 

La pregunta, entonces, es legítima, ¿Qué puede creer hoy un ciudadano español?La respuesta, por desgracia, se acerca peligrosamente al “nada”. La desafección política no es una moda, ni un capricho antisistema, es una reacción lógica de millones de personas que ya no se sienten representadas, que se sienten traicionadas una y otra vez, gobierne quien gobierne. 

Y no se trata solo de ideologías. Se trata de algo más profundo, de ética, de coherencia, de respeto a la ciudadanía. ¿Cómo creer en las instituciones si quienes las encarnan actúan como si fueran su patrimonio privado? ¿Cómo confiar en la justicia si las causas se alargan eternamente o prescriben por “errores” de procedimiento? ¿Cómo defender el valor del trabajo público bien hecho cuando muchos lo han utilizado como trampolín para su lucro personal? 

La corrupción no es solo un delito, es un veneno que erosiona la confianza, la democracia se vacía. Porque cuando se rompe el pacto invisible entre gobernantes y gobernados, ese que exige ejemplaridad a cambio de legitimidad, todo lo demás se tambalea, el compromiso cívico, la participación, la fe en el futuro. 

España ha vivido momentos duros. Se pidió sacrificio a las familias, a los autónomos, a los sanitarios, a los docentes. Se justificaron recortes en nombre de la responsabilidad. Se impuso la austeridad como una necesidad inevitable. Y hoy descubrimos que muchos de quienes la impusieron nunca la aplicaron en su vida personal ni en su ejercicio público. 

Sin honestidad no hay justicia, y sin justicia no hay paz social. El deber bien hecho no puede ser una excepción, ni una virtud romántica, debe ser un mandato ético y legal. La política necesita limpieza, pero no solo en términos judiciales. Necesita recuperar la confianza perdida, asumir responsabilidades y reconstruir una cultura pública basada en la transparencia, la rendición de cuentas y el respeto al cargo que se ocupa. 

Los españoles no piden milagros, piden decencia. Piden que los cargos públicos se comporten como servidores, no como oportunistas. Piden que quien robe, lo pague. Que quien mienta, dimita. Que quien esté ahí por ambición, se aparte. Y que quienes aún creen en el deber bien hecho tengan espacio, apoyo y respaldo para ejercerlo. Porque si la política se convierte en un refugio de intereses, y no en una sociedad, entonces no hay democracia que aguante, ni país que avance. Cuando se pierde la fe en la justicia y la honestidad, no solo se tambalea un gobierno, se tambalea la democracia misma. Porque un país sin ética no se hunde de golpe. Se va pudriendo en silencio. 

Hemos normalizado tanto la desvergüenza que ahora la honradez parece una rareza. Pero aún hay quienes creen en hacer las cosas bien. Aunque nadie los aplauda. Aunque los llamen ingenuos. Y mientras ellos existan, la esperanza aún no ha sido robada del todo. 

Conchi Basilio


Ver otros artículos de este colaborador




www.galiciadiario.com no se hará responsable de los comentarios de los lectores. Nuestro editor los revisará para evitar insultos u opiniones ofensivas. Gracias




Videoteca