Durante años, a quienes padecen fibromialgia se les ha encasillado injustamente. Se les ha dicho que todo es “cosa del cerebro”, que su dolor es “emocional” o que no pueden rendir igual que antes en trabajos que requieran concentración, creatividad o toma de decisiones. Esta idea no solo es falsa, sino que también cierra puertas y genera un estigma innecesario.
La fibromialgia no es un molde único. Hay síntomas comunes, como el dolor generalizado o la fatiga, pero otros como la llamada “niebla mental”, no se presenta en todos. Incluso cuando aparece, su intensidad varía, y no significa que la persona deje de ser capaz de pensar, escribir, planificar o crear.
Reducir esta enfermedad a un estereotipo es ignorar la realidad, hay escritores, docentes, empresarios, científicos y artistas con fibromialgia que siguen ejerciendo con éxito. La ciencia ya ha dejado claro que no es “todo psicológico”.
Durante mucho tiempo, algunos profesionales miraban la fibromialgia como un problema exclusivamente mental. Hoy se sabe que existen alteraciones reales en el sistema nervioso, en la respuesta inmune e incluso posibles factores hereditarios que influyen en su aparición.
Esto significa que no es una invención ni una debilidad personal. Y, sobre todo, no borra la capacidad intelectual ni la creatividad de quien la padece.
El verdadero reto para una persona con fibromialgia no es la incapacidad mental, sino manejar el dolor y el cansancio para que no limiten su día a día. Con adaptaciones, pausas y organización, muchos siguen desempeñando trabajos que requieren alto nivel de concentración. El problema surge cuando las empresas, la sociedad o incluso los médicos dan por sentado que un diagnóstico equivale a incapacidad total, sin evaluar realmente las habilidades y la experiencia de esa persona.
Algo que debería cambiar, escuchar más, juzgar menos. Preguntar que necesita la persona, en lugar de decidir por ella. No generalizar. No todos los pacientes tienen los mismos síntomas ni la misma evolución. Valorar el talento. La experiencia, la creatividad y la capacidad de análisis no se borran por una enfermedad crónica. Formar a los profesionales. La actualización médica es clave para evitar diagnósticos basados en prejuicios. Un llamamiento al respeto y la empatía.
La fibromialgia es un reto diario, pero no una sentencia que prohíba soñar, aprender o trabajar. Mientras la investigación busca tratamientos más efectivos, el mayor avance que podemos lograr hoy es cambiar la mirada, dejar de pensar que el dolor define a la persona y empezar a reconocer que su valor no se mide por una etiqueta médica.
Respetar, escuchar y no subestimar son las primeras “medicinas” que deberían recetar quienes opinan, y sobre todo quienes tratan a pacientes con fibromialgia. Porque el talento, la pasión y las ganas de aportar “no duelen”, y no desaparecen por tener esta enfermedad.
No se puede medir el valor de una persona por el diagnostico que lleva escrito en una hoja médica. Hacerlo es reducirla, humillarla y apartarla como si su vida entera quedara definida por una enfermedad. Quien ataca, desprecia o etiqueta a alguien con fibromialgia no solo comete una injusticia, también demuestra ignorancia y falta de humanidad.
La fibromialgia no borra la dignidad, la inteligencia, el talento ni la capacidad de aportar. Lo que, si puede borrar, si seguimos con prejuicios, es nuestra propia capacidad de empatizar y de reconocer el valor de los demás.
Porque al final, el verdadero desecho no es quien vive con dolor, sino la idea errónea de que ese dolor le hace menos persona.
Conchi Basilio