Alasdair Macintyre es un gran filósofo que ha fallecido hace unos meses, el 21 de mayo de este mismo año 2025 a los 96 años. En su libro más famoso Tras la virtud y en el resto de su producción filosófica, critica duramente el individualismo actual y el neoliberalismo económico. Señala que las formas de vida actuales y las prácticas sociales se sustentan en la irracionalidad, porque tienden a privilegiar los bienes externos corrompiendo las buenas prácticas. Estas tienen que basarse en una ética de las virtudes. Una vida buena, en efecto, se sostiene en la búsqueda de lo más valioso. Como indica Macintyre las virtudes son disposiciones de carácter, que permiten a las personas la realización de proyectos de vida coherentes. Por tanto, las virtudes son cualidades necesarias. Ejemplos de las mismas son la justicia, el coraje, la honestidad, la sinceridad, la constancia, el respeto, etc. Este pensador encuentra en las éticas aristotélica y tomista un modelo de conducta, que forma parte de una tradición que sigue siendo útil en la actualidad, porque se basa en la naturaleza de lo humano, y esta no cambia a través de los tiempos.
Macintyre denuncia el emotivismo o reducción de los juicios éticos a simples expresiones de sentimientos o emociones, frente a la racionalidad que es lo definido por el marco ético y legal de una sociedad realmente civilizada, y basada en la paz y el progreso. La moral no es un asunto puramente individual, porque somos seres sociales y convivimos. En este sentido, el relativismo y el egocentrismo más absoluto dañan las relaciones humanas y las cosifican. Y las personas no son objetos ni números, pero es a lo que se llega con esta sociedad relativista, superficial y materialista en la que vivimos. Y contra esto luchó también Macintyre a lo largo de su trayectoria filosófica. Considera que es necesario sostener una vida ética, frente al colapso cultural de la modernidad. Existe una crisis moral y un vacío ético en la sociedad actual, y las pruebas son abundantes como sostiene Macintyre. En efecto, la fragmentación de la vida real y la falta de un marco coherente para el desarrollo de la existencia es algo claramente observable, tanto en el siglo XX como en el XXI. Esta es la tendencia generalizada. Frente a este estado de cosas son posibles y realizables otros modos de ser y estar, con una conexión entre la virtud, el contexto social y la tradición. La virtud se cultiva en un contexto comunitario, a través de buenos hábitos o costumbres. Por ejemplo, un niño que nace en un ambiente familiar que practica la honestidad, aprenderá a ser honesto, a través de la observación y la práctica. Es esencial saber qué se desea lograr como individuos y sociedad, de otro modo, no se proyecta ninguna finalidad positiva individual ni social.
Sin una visión clara de los objetivos vitales y sociales, no se logra nada más que la dispersión y la incoherencia. En el libro de Victoria Camps titulado La sociedad de la desconfianza, recientemente publicado, esta filósofa aborda numerosas cuestiones con la intención de aportar posibles soluciones para un mundo, como ella misma escribe, sin dimensión moral de la política y la vida cotidiana. Está en contra de la resignación, ya que está convencida de que los males se pueden combatir, y también desde actitudes críticas y constructivas se pueden evitar y solucionar. Por ejemplo, en relación con el problema del acceso a la vivienda en España, es evidente que los intentos de afrontarlo desde la acción política han producido resultados despreciables, como dice esta pensadora, algo con lo que estoy plenamente de acuerdo. Y no quiero dejar de citar una frase de su libro sobre esta cuestión, y que es muy clara en relación con la libertad de los propietarios de viviendas: “Una libertad de la que disfruta una minoría de privilegiados y que limita escandalosamente, la capacidad de los no privilegiados de adquirir una vivienda propia”. Totalmente de acuerdo.
La especulación con la vivienda no es admisible, ya que es un derecho constitucional de todos. Existen millones de personas que no pueden acceder a una vivienda digna, y todavía hay varios millones de pisos vacíos, es algo inadmisible, pero no se está haciendo lo suficiente a nivel político. Hace falta una sociedad solidaria. El hecho de que los propietarios hayan ahorrado o heredado dinero para comprar un piso, no les da derecho a tenerlo vacío buscando unos mayores ingresos, a costa del derecho a la vivienda de millones de ciudadanos, o a subir los alquileres de la forma que les de la gana. La sociedad no debería ser una guerra de todos contra todos, buscando el mayor beneficio económico a costa de los demás, y esto se aplica no solo a las personas, sino también a las empresas y grandes corporaciones. Todo esto también se deduce claramente del magnífico libro de Victoria Camps. La colaboración entre todos, y la búsqueda de una mayor igualdad económica es una tarea indispensable. Ver video
José Manuel López García