EFE | Una
legislación clara y un consenso social entre gobiernos, trabajadores y
empresas son las formas más seguras para que el teletrabajo no vaya
contra los intereses de los empleados y se convierta en una vía fácil
para reducirles el salario u obligarlos a hacerse autónomos, según un
informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el
trabajo desde casa difundido este miércoles.
"Los gobiernos, sindicatos y asociaciones de empleadores deben trabajar
juntos para que las condiciones de trabajo a domicilio sean las mismas
que tienen los que trabajan en una fábrica, tienda u oficina", explica a
Efe Janine Berg, autora del informe difundido hoy.
Se trata de un análisis que busca poner de manifiesto no solo lo
que implica la expansión del teletrabajo, sino las deficientes
condiciones que ya sufrían buena parte de los 260 millones de personas
que ya trabajaban de forma ininterrumpida desde sus domicilios antes de
la aparición de la covid-19.
De ese total, el 65 % se encuentran en Asía y a nivel global la mayoría son mujeres (56 % del total).
En general, las condiciones de los trabajadores a domicilio han
sido peores que las de aquellos que siempre han trabajado fuera de sus
hogares, con salarios más bajos, mayores riesgos de seguridad y salud, y
menor acceso a la protección social y a la formación.
En esta categoría entran quienes realizan una labor no
automatizada de producción -como tareas de bordado, artesanía o montaje
electrónico-, así como los trabajadores de plataformas digitales en el
sector de prestación de servicios
Datos de antes de la pandemia indican que ese tipo de
trabajadores ganaba un 13 % menos en el Reino Unido, un 22 % menos en
Estados Unidos y hasta un 50 % menos en Argentina, India y México.
En los primeros meses de la pandemia uno de cada cinco
trabajadores que trabajan en oficinas realizó su labor a domicilio, una
situación que ha chocado con reglamentaciones deficientes o cuya
aplicación resulta compleja, señala la OIT en su informe.
A medio y largo plazo los teletrabajadores afrontan varios
riesgos, como el de verse forzados a hacerse independientes o autónomos.
"Con la tecnología es muy fácil contratar como independiente a
alguien que vive en otro país donde se gana menos, así que hay un riesgo
de posible sustitución de trabajadores", reconoció Berg.
Una parte significativa de empresas ha entendido a estas alturas
que el teletrabajo sí funciona y que no tuvo efectos negativos sobre la
productividad, lo que implica ahorros potenciales en términos de
alquiler de espacios de trabajo o de servicios. "Sin embargo, para las empresas también es un desafío gestionar a
los trabajadores a distancia", comentó la especialista del OIT al
respecto.
Otro gran temor que acecha a los teletrabajadores es la
posibilidad de que este estatus implique una reducción salarial, bajo el
pretexto de que incurre en menos gastos al no tener que trasladarse del
hogar al centro laboral.
Berg recordó que ese supuesto ahorro no necesariamente es tal
porque "los trabajadores también gastan más en electricidad y en
internet", pero reconoció que la amenaza existe.
El derecho a la desconexión es igualmente importante y un asunto
sobre el cual los países deben legislar ya que "trabajar desde casa
desdibuja el límite entre vida profesional y personal".
"Hay que asegurarse de que si alguien no contesta un email a las
9 de la noche eso no le va a suponer un problema", comentó Berg. El aislamiento social es otra faceta del teletrabajo y puede tener
efectos psicosociales y conducir hasta la depresión, por lo que los
estudios muestran que lo ideal es acudir a la oficina de una a dos veces
por semana o que, cuando esto no sea posible, se organicen reuniones
periódicas.