REDACCIÓN | Aquello fue un «verdadero monstruo, invasivo y peligroso», un «tsunami» imposible de frenar: el coronavirus, que arrasó en su gigantesca primera ola con todo lo que se le puso por delante, es ahora una infección respiratoria más que «está bajo mínimos», pero que cuando llegó fue para quedarse.
El 31 de enero de 2020 España confirmó en un turista alemán de La Gomera la presencia de un nuevo tipo de virus de la familia Coronaviridae, el SARS-CoV-2, del que había informado justo un mes antes la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de la ciudad china de Wuhan.
Todo lo que vino después suena a ciencia ficción: casos, sospechas, contactos estrechos, curva, pico, mascarilla y gel hidroalcohólico, antígenos, PCRs, ARN mensajero, variantes, inmunidad de rebaño, rastreadores, confinamiento, estado de alarma, la desescalada, los paseos, los convivientes, los toques de queda, las restricciones, los brotes y rebrotes, la nueva normalidad…Términos científicos y políticos para el ciudadano de a pie que monopolizaron la vida diaria.
El director general de Salud Pública y Equidad en Salud, Pedro Gullón; el coordinador del Servicio de Urgencias del Hospital del Henares y miembro del Grupo de Infecciones de Semes (INFURG), Martín Ruiz Grinspan, y el médico de Familia y portavoz de SEMG Lorenzo Armenteros repasan con EFE el estallido de una pandemia anunciada y esperada. Lo que sorprendió fue el bicho que la desató. Leer más