AKIRA VALENTINA NÚÑEZ | Portugal atraviesa una ola de calor que no solo preocupa por las altas temperaturas, sino también por sus efectos directos sobre la salud pública. Según el Instituto Portugués do Mar e da Atmosfera (IPMA), varias regiones del país han registrado temperaturas que superan los 40 °C, generando alertas rojas en zonas del Alentejo, Algarve y el centro interior.
Los grupos más vulnerables —niños, personas mayores y trabajadores al aire libre— son los más afectados. Las unidades de salud han registrado un aumento en los casos de deshidratación, golpes de calor y problemas respiratorios, especialmente en las zonas rurales donde el acceso a centros hospitalarios es limitado.
Los municipios han activado planes de contingencia con distribución de agua, apertura de espacios públicos climatizados y campañas informativas sobre prevención. Las autoridades recomiendan evitar la exposición solar entre las 11 y las 17 horas, mantenerse hidratado y prestar atención especial a vecinos y familiares mayores que viven solos.
En el distrito de Aveiro, varias escuelas y centros deportivos han modificado horarios para adaptarse a las condiciones climáticas extremas. “Nunca habíamos vivido un julio tan sofocante. Apenas salgo al jardín con mi hijo por las tardes”, comenta Carla Rodrigues, madre residente en Oliveira do Bairro.
Los científicos recuerdan que este fenómeno no es aislado: se enmarca dentro de una tendencia de calentamiento global que exige medidas estructurales urgentes. Mientras tanto, la ciudadanía se adapta día a día, entre abanicos, ventiladores y la esperanza de que el próximo verano no sea aún más caluroso.