Las decenas de miles inmigrantes que cruzan el Mediterráneo, durante estos últimos años, en busca de una vida mejor o, simplemente, de la pura supervivencia, lo hacen por necesidades imperiosas. Esto, no parece ser suficiente, para que algunos países europeos los acojan de una forma adecuada. Su condición de irregulares o ilegales no supone que deban ser recibidos con hostilidad. Las declaraciones de David Cameron considero que no son afortunadas. Y no lo son, únicamente, por la utilización del término enjambres para referirse a los inmigrantes.
Existen varias cuestiones de fondo en esta crisis de los sin papeles. Si el primer ministro británico piensa que, con legislar para que estas personas no puedan obtener el carnet de conducir, no puedan abrir una cuenta corriente en el territorio británico, y tampoco alquilar una casa, será suficiente para desanimarlos, y que no sigan intentado acceder al sueño inglés, quizás se equivoque. Porque la vida, de esta especie de refugiados, probablemente, se abrirá camino de innumerables modos y formas, a pesar de todo.
El propio Cameron, por otra parte, reconoce que: «Debemos tratar de el problema desde su origen… Significa tratar de estabilizar los países de los que vienen…». Aunque insiste en romper el vínculo entre viajar a Europa, y obtener el derecho a quedarse.
A mi juicio, este tema de la inmigración masiva no se resuelve con estrechas políticas nacionales, sino con una estrategia general de los países europeos. La construcción de una valla en Hungría para impedir la entrada de ciudadanos que vienen, fundamentalmente, de África y Oriente Próximo, etc..., es otra muestra de que las autoridades parece que están siendo superadas, por la avalancha creciente de inmigrantes, prácticamente, sin recursos.
A esto se añade la situación de Italia, a la que llegan cada vez en mayor número, a través del Mediterráneo, numerosos ciudadanos huyendo de los conflictos, las guerras y la pobreza.
Es necesario destinar fondos para que estas personas puedan vivir con dignidad. Ya que la mejora de las condiciones de vida, en sus países de origen, puede ser un proceso muy dilatado en el tiempo. Y mientras tanto, los ciudadanos de estos estados tienen derecho a una existencia digna, con los derechos mínimos garantizados, aunque estén en Europa. Lo justo sería ofrecer o dar más programas de ayuda a estos inmigrantes, y tratarlos mejor, de acuerdo con la letra y el espíritu de los Derechos Humanos.
José Manuel López García