Las propuestas de José Antonio Marina relativas a una mejora de la docencia son, en mi opinión, discutibles en ciertos aspectos. Que se aumente la formación del profesorado es algo positivo siempre. Y que la implicación, profesionalidad y entusiasmo de los profesores en la impartición de sus clases sea algo general, también lo es.
Pero la educación cívica parte de la familia y de la propia sociedad y no, exclusivamente, de los centros educativos. Y es el primer paso para que se consoliden hábitos de estudio, y una cultura del esfuerzo en el aprendizaje, tal como indica la ley educativa.
En principio, los resultados y el rendimiento académico de los alumnos no está determinado por los profesores, de un modo absoluto. Está definido también por el nivel de estudio, y por la actitud activa de los estudiantes hacia lo que tienen que aprender. La clave, a mi juicio, está en esto, y no tanto en los docentes.
Es indudable que los profesores cumplen con su tarea del mejor modo posible. Aunque, también es cierto, que en todas las profesiones puede haber personas que incumplan sus obligaciones laborales. Y, por tanto, la distinción de Marina entre buenos y malos profesores me parece excesiva.
La capacitación de los profesores está sobradamente garantizada, con las pruebas selectivas que superan antes de enseñar, y con la formación superior ya adquirida. Si bien es verdad que todo es mejorable y perfeccionable. Pero partiendo de una competencia que ya está acreditada.
Que se pueda potenciar el uso de sistemas y metodologías de enseñanza más eficaces y eficientes es algo, en mi opinión, indudable, y en esto, y en otras cuestiones similares tiene razón José Antonio Marina.
Las calificaciones en la enseñanza reglada están en función de los contenidos y competencias adquiridos, etc. Pero no se puede minimizar la significación de los conceptos que deben ser aprendidos por los alumnos. Porque, si se da menos relevancia e importancia a los contenidos, y se considera que los procedimientos son lo esencial se puede estar bajando el nivel y la calidad del aprendizaje. Sin negar que lo actitudinal y lo procedimental sean algo decisivo, no lo son todo en educación.
En estos últimos años se nota, de modo general, que una parte de los estudiantes tienen menos nivel de conocimientos, en comparación con otras promociones anteriores. Dicho de otro modo parece que, cada año que pasa, baja el nivel de parte de los estudiantes, en vez de mantenerse igual, o subir un poco. Y puede ser debido, entre otras cosas, a la carencia de hábitos de lectura y estudio. Otro motivo es que, en el mundo digital en el que viven los adolescentes, las fuentes de distracción y dispersión son mucho mayores que hace unos decenios. Y las consecuencias son claras, mucho menos tiempo de estudio para intentar superar asignaturas que, como es lógico, son exigentes.
Indudablemente, existen otras causas que explican el bajo rendimiento académico. Por ejemplo, el relativismo de la sociedad y el consumismo no favorecen un ambiente de esfuerzo, perseverancia, disciplina y constancia en los adolescentes, sino lo contrario.
Aunque se puede revertir la situación con el esfuerzo y la colaboración de toda la comunidad educativa. Y, en este sentido, sí se puede ser optimista. Ya que existen también numerosos magníficos estudiantes.
José Manuel López García