Dos árboles con distintas representaciones, el primero asociado a los cementerios y el segundo llamado el árbol de la vida, podríamos hacer una analogía con los partidos políticos españoles en base a la escasa tradición democrática en España donde cualquier intento fue sometido bien por la monarquía, los Comuneros en 1521, o tras la Revolución Francesa, Riego en 1820 y Torrijos 1831; o las ahogadas por dictaduras militares, I República 1873, II República en 1931, esta última precedida por la aparición de partidos de corte democrático o popular en 1879, 1910, 1921, 1927, pero los monárquicos y dictadores de inmediato se disfrazaron en partidos controlados principalmente por la monarquía, nobleza, caciques y la iglesia.
A partir de 1978 tenemos una Constitución pactada, al no estar todos los partidos representados, no lo debemos de olvidar nunca. Se sentaron los anti demócratas de siempre y dirigentes de algunos partidos democráticos con el sonido de marchas militares como música de ambiente para apañar una Constitución, y en ella ya el Título I, Artículo 14 y el Título II, Artículo 56.3, se contradicen. No solo hay esa contradicción, también existen los aforamientos, en España hay 17.621 políticos aforados, sin contar los cuerpos y fuerzas de seguridad que tienen un aforamiento parcial. Con ellos, el número se eleva a 280.159, Francia sólo blinda a su presidente y ministros, mientras que en Alemania, Gran Bretaña y EEUU este privilegio no existe.
Establezcamos una analogía entra ambas especies arbóreas para describir a los partidos utilizando el aforismo de Wagensberg 1 “más árboles que ramas”, cuando existen partidos que actúan como plantas parásitas manteniendo conflictos permanentes con el tronco por la obtención o mantenimiento de privilegios. El ciprés, árbol de cementerios, con ramas de hojas perennes que lo abrazan desde la base configurándolo de forma compacta como si fuese todo uno, pero el tronco tiene sus orígenes en 1521, 1820, 1873 y los herederos hoy se encuentran en el partido azul de los láridos, lleno de ramas repletas de elementos que se distinguen por su pragmatismo en beneficio propio como: la corrupción, el cohecho, la prevaricación, la avaricia, la lujuria y el desprecio a los desfavorecidos que les hace opresores. Luego están los partidos que eligen cualquier tronco en el momento oportuno, estos son los periféricos, los regionales, los pseudo-nacionalistas (compuesto por familias que controlan los resortes económicos de su comunidad desde tiempos ancestrales), y también algún otro llamado nacional, como el partido naranja, con supuestas líneas rojas que se van diluyendo en los continuos cambalaches o pactos para conseguir poder, típico de subespecie de lárido carroñero.
Partidos y personas sin escrúpulos olvidando que “las instituciones justas deben de asegurar las libertades individuales de los ciudadanos, repartir con equidad oportunidades que sirven para prosperar en la vida social, y redistribuir la riqueza con el fin de promover el mayor beneficio para los menos aventajados. Nadie debe ser privado de su libertad personal para llevar el tipo de vida que desea y nadie debe quedar excluido de los beneficios que proporciona la prosperidad” 2.
Por otro lado existe el Baobab, símil de los progresistas que contribuyeron desde la revolución de 1793 reclamando Liberté - Égalité - Fraternité, y origen de un tronco único, el Bienestar Social, de él salieron actuando por libre, ramas con nuevas propuestas como los movimientos sociales del siglo XIX y XX (lucha por liberación de la mujer, derechos civiles, mayo del 68, feminismo, anti nucleares, contra el racismo, la xenofobia, respeto a la diferencia, ecologismo…), en ese tronco se encontraba el partido de la rosa, aunque hay dirigentes que lo han olvidado y de ese olvido surgió en mayo 2011 el partido morado para recoger el testigo abandonado, más de 5 millones de votos le avalan. Pero a diferencia del ciprés, las ramas del Baobab solo tienen hojas en primavera, como los partidos progresistas, en elecciones, el resto del tiempo los conceptos no se armonizan en las coincidencias entre todos resultando estéril cada individualidad (división de la izquierda). Deberían armonizar los puntos comunes de cada una de las ramas porque “lo prioritario es mejorar la situación de los que están peor, no en disminuir -per se- las desigualdades sociales y económicas. La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es de los sistemas de pensamiento. La Justicia de una sociedad se mide por el destino que se reserva a los más desfavorecidos” 2.
Luego vendrá el resto priorizando a las minorías, siempre las más desfavorecidas y serán corregidas las desigualdades sociales y económicas, poco a poco sin pausas, evitando traumas para algunos.
José Enrique Centén