La adicción al poder se trata de una necesidad permanente de estar en lo más alto, de tener relevancia. Una adicción que en algunos casos puede asemejarse a las personas enganchadas al juego o al sexo.
El poder llama al poder y cuando consiguen algo, quieren más. Cada persona tiene su propia forma de expresarlo, a unos se les nota más que otros, pero hay dos rasgos de personalidad muy característicos, la narcisista y la paranoide, esta última como “o estás conmigo o contra mí”. Piensan que todo gira en torno a ellos y que pueden hacer lo que quieran sin rendir cuentas a nadie, ni siquiera a los suyos y tienen una personalidad muy totalitaria, además del egoísmo excesivamente marcado.
Pero lo peor viene cuando el poder se pierde, cuando se frustran los sueños, es cuando la persona siente ira, enfado, sentimiento de culpa e, incluso, malestar físico como ansiedad. Les cuesta dar un paso hacia atrás y reconocer las cosas. Cuando se ha tocado techo es mucho más difícil aceptar que ya no están ahí.
Un caso muy evidente y con gran revuelo fue el de Esperanza Aguirre, que quería conseguir a toda costa la alcaldía de Madrid, sin aceptar la realidad.Uno de los puntos básicos en las adicciones es que las personas no reconocen su problema, ni siquiera se dan cuenta y en algunas adicciones como el juego, están tan en su mundo, que no hacen caso de nada ni de nadie, y su propia familia siempre es la última en enterarse, como siempre.
En cuanto a las personas con adicción al poder, no solo no reconocen el problema sino que toda su vida gira en torno a conseguir ese poder, con pensamientos obsesivos, y con tendencia al aislamiento. Porque tener ambición es positivo en la vida, sin embargo cuando esa ambición es desmedida y está basada en el egoísmo y en el beneficio propio, se vuelve muy perjudicial.
Generalmente el ansia de poder, como cualquier emoción, aparece cuando está en tu horizonte la posibilidad de alcanzarlo, pero en esta vida todo tiene un principio y un fin, cosa que algunas personas no saben admitir, una vez que su mandato ya ha acabado, y tienen que dejar paso a otros, la nueva generación joven e inexperta pero con muchas ideas y buena preparación, también tienen que tener una oportunidad, tenemos que saber darles paso para seguir avanzando con todo lo nuevo, porque en esta vida es renovarse o morir, por ello debemos estar siempre al día de todo e intentar comprender de buen grado a todos, después la elección está en nuestras manos con nuestro voto.
Y debo hacer mención que mandar es muy difícil, y para mandar hay que saber mandar, tener mucha mano izquierda, saber empatizar con los demás, ser muy comprensivo, nada egoísta y pensar primero en las prioridades de nuestro pueblo, como erradicar la grandísima pobreza de un 25% de nuestra población, mientras los más ricos cada vez se enriquecen más.
La sanidad cada vez está peor, los buenos médicos se van a otros países, porque aquí no se les reconoce, en cuanto a la educación para que vamos hablar, los interinos con una edad cercana a los 60 años, luchan año tras año por buscarse una plaza donde poder trabajar, y de la investigación ni mención siquiera, ya que no hay dinero, ¿"porque no devuelven el dinero robado los tantos y tantos ladrones que tenemos en España"?
Con mi mayor respeto hacia la justicia, esta debería obligar a cada uno de ellos a devolver todo lo robado y con intereses, ya que al final terminamos pagando todo el desaguisado los trabajadores de a pie, como siempre, con más impuestos, hasta tal fin que nos ahogan los pagos y apenas se trabaja para pagar, lo que otros se apropian para su mayor enriquecimiento.
Pero señores, no se les olvide que según nuestros dirigentes, España va bien, pero en casa de algunos, mientras tanto otros mendigan por la calle para llevarse algo que comer para los suyos, y las últimas noticias es que ya hemos salido de la crisis, pero sin embargo nos esperan nuevos recortes, ¡en qué quedamos. España envejece y cada vez hay más pobreza, y lo más triste es que quieren acabar con la clase media, que no tiene paraísos fiscales porque vive de lo que gana.
Conchi Basilio