Tras 45 años de que se derogase la 1ª ley de divorcio en España (1932), el presidente del gobierno Adolfo Suarez se enfrentó a la Iglesia Católica para promover la ley del divorcio en España. Aprobar la ley no fue nada sencillo por el rechazo descomunal de toda la jerarquía católica.
Lo mismo el presidente de gobierno que el ministro de justicia, Francisco Fdez. Ordoñez, se mantuvieron firmes ante tal oposición y se volvía a admitir de forma legal el fin de los matrimonios, siempre que fuera evidente que, tras un dilatado periodo de separación, su reconciliación ya no era factible y después de que se demostrase el cese efectivo de la convivencia de las partes, entonces se emprendía el proceso de divorcio, lo cual no era tan fácil acceder a él como actualmente. Se aprobó en los años 80, y fue entonces cuando se pidió la dimisión del ministro de justicia, que fue quien lideró la elaboración y aprobación de la norma social más importante de aquel entonces, el cual decía: “No podemos impedir que los matrimonios se rompan, pero si podemos impedir el sufrimiento de los que están rotos”, fue una verdadera lucha de titanes pero lograron sacarla adelante.
Las personas que decidían dar el paso hacia el divorcio, también se encontraban con la oposición de la familia, que por lo general eran católicos, apostólicos y demasiado conservadores, con lo cual no querían aceptar que un miembro de su familia se viese en tal situación, ya que lo consideraban como una mancha dentro del seno familiar, sin ni siquiera saber los motivos, ni los años que llevaban callando y aguantando, sin decir nada y demostrar menos todavía. Además se permitían el lujo de hablar sobre ti abiertamente como si fuesen jueces y jurados de tu sentencia, con la desfachatez de que les parecía que a ellos no les iba a tocar esa situación; y no digamos si esto sucedía en un pueblo, entonces solo faltaba que te sacasen en los periódicos.
No debemos olvidar el machismo que había entonces y lo relegada que estaba la mujer, que solo por el hecho de ser divorciada, podían lanzarte peticiones, por no darles otro nombre, de diversas índoles, e incluso llegar a sufrir acoso en el trabajo por parte de algunos jefes sin escrúpulos, que se creían que debido a su posición no ibas a declinar su propósito. En aquellos momentos tenías que mantenerte muy firme, ser muy fuerte ante los demás y demostrar más que nadie, que por el hecho de ser divorciada, no dejabas de ser menos honrada que las demás. Pero fue un precio muy alto el que se tuvo que pagar por ser las pioneras en romper el matrimonio que tanto nos estaba hundiendo en la depresión y que no se veía salida, por ello cuando se aprobó, muchas mujeres en España volvieron a ver brillar de nuevo la luz.
Años después, en el 2005, con el gobierno de Zapatero, se actualizó la ley, llamándose divorcio exprés, con lo cual ya podías acceder directamente a él sin esperas ni muchos de los problemas por los que había que pasar en aquellos años. Y hoy en día la mayoría de los que tanto hablaron, tienen en su casa una persona divorciada y a veces dos, como se suele decir, “no se salva ni el apuntador”. Lo único que no se había conseguido era que la Iglesia lo aceptase y hasta te negaban la comunión, cosa que el Papa Francisco ya ha aceptado, que no deben de apartar a ninguna persona solo por el hecho de ser divorciada.
Y lo que hace 30 años resulto algo tan insólito en nuestro país, es el pan nuestro de cada día en los juzgados civiles españoles. Más de millón y medio de parejas han pasado hasta nuestros días, por lo que hoy ya es un puro trámite el divorcio.
Conchi Basilio