La sesión plenaria del Parlamento Europeo celebrada el 1 de marzo ha dejado testimonios que permiten anticipar avances políticos de gran calado para el proceso de construcción europea. Basta revisar los discursos de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Layen, y, particularmente, el del Alto Representante de la Política Exterior y de Seguridad, Josep Borrell, para confirmar esta tesis.
Así, mientras Rusia refuerza su ofensiva sobre Ucrania y escala verbalmente la intensidad de sus amenazas hasta límites difíciles de imaginar, Borrell conminaba a Europa a “pensar estratégicamente sobre sí misma, su entorno y el mundo”.
Y lo hizo bajo la advertencia de que difícilmente es realista seguir confiando en que “apelar al estado de Derecho y desarrollar relaciones comerciales van a convertir al mundo en un lugar pacífico”. Por eso, señaló, “hay que reflexionar sobre el instrumento de coacción, de represalia y de contraataque frente a adversarios temerarios (…) Tenemos que aumentar la capacidad de disuasión para evitar la guerra”.
El mensaje de quien dirige la Política Exterior y de Seguridad incorpora, sin duda, un registro narrativo nuevo que puede herir la sensibilidad de muchos europeos, pero que contribuye a centrar el debate desde la madurez que exige entender el alcance de la gravedad de los acontecimientos a los que nos enfrentamos y, en consecuencia, la conveniencia de explorar el margen de actuación de la Unión a partir de planteamientos hasta ahora poco convencionales. Leer más
Mariola Urrea