En un mundo en el que la longevidad prolonga la vida y la tecnología redefine nuestra existencia, surgen nuevos interrogantes. El valor principal sigue siendo la libertad. La toma de decisiones es lo decisivo. Se puede optar por una vida pasiva o por una activa, con todas las consecuencias. Frente al consumismo y la superficialidad, tan habituales en las sociedades del siglo XXI en todo el planeta, existe otra mentalidad que busca crear y hacer cosas con fuerza y determinación. La idea de felicidad como espectáculo y diversión es lo que genera concepciones equivocadas sobre lo que constituye la plenitud humana. Con esto no quiero decir que la diversión sea mala en sí misma, pero no lo es todo. La infravaloración de la creatividad artística o cultural es uno de los ejemplos de lo que estoy diciendo. Solo un pequeño porcentaje de la población desarrolla una creatividad activa, mientras que la inmensa mayoría prioriza los bienes materiales y el dinero; el resto queda prácticamente invisibilizado. Están en su derecho; sin embargo, no tienen razón.
El azar y el riesgo son consustanciales a la vida y quienes no aceptan este estado de cosas están equivocados, pues así es la realidad en la que existimos. Arriesgarse y esforzarse es lo que marca la diferencia entre las personas que buscan realizarse al máximo de sus posibilidades y aquellas que no. La verdadera diferencia radica en quienes solo vegetan y en quienes viven plenamente. La esperanza de vida crece cada año; sin embargo, más tiempo no garantiza más felicidad, ya que la existencia es circular y repetitiva, aun cuando aparezcan novedades o circunstancias distintas. Como escribió Spinoza existe un impulso fundamental de cada ser a conservar su propia existencia. O expresado con las propias palabras de este filósofo: “Cada ser se esfuerza, por su propia naturaleza, en perseverar en su existencia y en conservarse a sí mismo”. Ya escribió Aristóteles que la mejor vida para los seres humanos es dedicarse al conocimiento, ya que somos seres racionales a diferencia de los animales y las plantas. El Estagirita se sintió feliz investigando, leyendo, enseñando, escribiendo y viajando, además de disfrutar de una vida materialmente cómoda gracias a su actividad. De eso se trata también en el siglo XXI. Solo a través del equilibrio en lo que hacemos es posible alcanzar un desarrollo vital pleno y profundo. Hoy en día, la tendencia generalizada es afrontar las situaciones de forma desordenada, y esto rara vez resulta beneficioso. La falta de planificación es evidente en la vida de muchas personas, lo que limita su desarrollo y efectividad. La creatividad es una herramienta para otorgar un auténtico sentido a la vida. Es lo que confiere intensidad y densidad a nuestra experiencia en el mundo.
El ser humano no tiene una naturaleza predeterminada, tal como señaló Sartre. Es cierto que la angustia surge de la responsabilidad absoluta que deriva de la libertad que ejercemos. Además, la autenticidad consiste en reconocer la propia libertad y vivir de acuerdo con ella. Las acciones son las que definen la identidad humana que se construye a través del tiempo. La ética surge de la responsabilidad individual. La felicidad o plenitud dependen de asumir la libertad y vivir auténticamente. Para el filósofo Merleau-Ponty, la percepción es el modo de estar en el mundo. Es cierto que vivimos antes de conceptualizar nuestra experiencia. En realidad, la existencia es pre-reflexiva. En cuanto a la experiencia del mundo es vivida y sentida, aunque también es pensada y recordada. En este sentido, es evidente que la reflexión filosófica debe partir de la experiencia concreta. La existencia está marcada por la ambigüedad y la indeterminación.
Como escribió Blaise Pascal, la verdadera felicidad no se encuentra en los placeres mundanos ni en lo material. Según este matemático y pensador, el ocio y la distracción pueden ser trampas que nos alejan de la vida plena. Para él, la reflexión profunda constituye un camino para acercarse a la verdadera plenitud. Desde su perspectiva, la verdadera grandeza del ser humano está en reconocer su pequeñez y aspirar a lo eterno.
Ortega y Gasset afirmó que la existencia auténtica exige proyectarse hacia metas significativas. Es indudable que la plenitud se alcanza al superar la mediocridad cotidiana. Las acciones y las decisiones son esenciales para la construcción de la identidad y la realización de los proyectos que otorgan sentido a la existencia. Además, la vida auténtica exige coraje ante la incertidumbre y los desafíos. Esto es lo que realmente establece las diferencias.
Para el gran filósofo Xavier Zubiri la vida plena consiste en actualizar y desplegar todas las capacidades humanas. De hecho, la plenitud incluye la integración de razón, voluntad y sentimiento en la vida. Además, ser y actuar son indispensables e inseparables para alcanzar la plenitud. Una cuestión que conviene resaltar es que la creatividad y la cultura son formas de expandir y enriquecer la vida humana. Algo de lo que Zubiri no duda es que la vida auténtica implica aceptar los desafíos de la existencia. Ver video
José Manuel López García