Ciertamente, estamos asistiendo a un cambio social que supera todo lo conocido hasta la fecha. Entramos en la era de la imagen y de la digitalización, con todo lo que eso supone. Me refiero a las formas de vida que se construyen y deconstruyen con una velocidad de vértigo. Lo efímero parece que es lo permanente. El predominio de lo superficial y el consumismo y la instrumentalización de todo es lo que subyace en la sociedad de la aceleración sin objetivos, en la que existimos.
Se infravalora todo lo que significa esfuerzo sostenido en el tiempo. Se relativiza todo y parece que lo único esencial es el aprovechamiento de los recursos materiales y la cosificación de las relaciones: es lo que salta a la vista, de forma general.
En la sociedad de la atención lo que prima es la exageración, lo llamativo y lo fuera de lo común y casi todo se supedita a estos valores artificiales. Con el auge de la tecnología digital se están percibiendo nuevos riesgos que desgraciadamente, ya se están convirtiendo en una realidad negativa. Es el caso, por ejemplo, de la Inteligencia Artificial que, con su mal uso, puede manipular las imágenes y causar graves problemas, en relación con la dignidad personal y la identidad de los individuos.
Ya se proyectan películas que ponen en la palestra, el posible control de los robots sobre una civilización humana, que puede verse superada por sistemas electrónicos inteligentes, que no obedecen las normas legales y éticas y atacan a la especie humana.
El avance tecnológico y científico se nota, de forma positiva, en la comodidad y en la intercomunicación, cada vez más eficiente, entre las personas. También supone ya una intensificación de la calidad de vida, en una parte de la población mundial. Además, en el campo de los avances médicos los desarrollos son muy esperanzadores y positivos. Especialmente, en la lucha contra determinadas enfermedades y el aumento de la longevidad y de la esperanza de vida.
Se puede afirmar que vivimos en la sociedad del espectáculo, porque lo que vende o acapara la atención de las masas es precisamente lo espectacular, en todas sus posibles dimensiones. Lo artificial invade lo natural y lo relega a un segundo o tercer plano. La creatividad y la originalidad no reciben el reconocimiento merecido, porque el gusto de la mayoría se impone, aunque no sea lo mejor y más refinado. Las preferencias de la mayoría es algo que, por sí mismo, no son verdades absolutas, ni mucho menos.
Existen criterios racionales que están por encima de ellas y que son las determinan lo verdadero y lo justo y coherente. Aunque es verdad que existen minorías que siguen apreciando y valorando el arte y la creación cultural, de acuerdo con modelos interpretativos que siguen presentes en las mentes de las personas más formadas, y con un gusto estético coherente y profundo.
El cambio de paradigma social y vital, en el que estamos inmersos es colosal. Es la mayor transformación desde los tiempos de la Revolución francesa, que también causó enormes cambios.
Se pueden expresar algunas cuestiones o aspectos que es preciso poner sobre la mesa, para que el nuevo mundo digital que va cobrando forma adquiera un verdadero sentido racional y humano.
Frente a la deshumanización y la cosificación de la vida humana, la solidaridad, empatía y libertad como valores primarios y transformadores.
Es preciso también que se valore, desde una perspectiva económica real y efectiva, el trabajo creador de los que crean contenidos digitales o de otro tipo. Los derechos de autor no son algo solo destinado a una parte de los creadores, ya que deben ser amparados y reconocidos, para todos los que publican contenidos en diarios o revistas digitales o en plataformas o medios digitales del tipo que sean.
La infravaloración de la cultura es un hecho reconocido por prestigiosos escritores e intelectuales. Parece que, para una parte de la sociedad, solo es valioso lo que una parte de la gente considera. En cambio, el valor en sí de un libro bien escrito con una escritura de calidad no se puede poner en pie de igualdad, con la literatura de mala calidad y mal escrita, por ejemplo. No todo vale en el campo creativo, pero actualmente se tiende a creer, de forma general, que sí.
La mayoría social no tiene la razón en cuestiones sociales ni en política o en costumbres sociales y formas de entender la vida, si no se basa en razones y en análisis objetivos, que no se apoyen o fundamenten en ideas falsas o prejuicios. Ver video
José Manuel López García