El pensamiento político de Kennedy marcó época, por su habilidad diplomática y por su interés en mejorar las condiciones de vida de los estadounidenses. Buscó la paz mundial a principios de los años sesenta del siglo XX y supo mantenerla. Su objetivo de evitar una guerra atómica se cumplió, en gran parte, gracias a sus esfuerzos. Su indudable carisma fue reforzado con su política profundamente pragmática, reformista y también idealista. Su idea de llegar a la Luna antes de que acabara la década de los sesenta, se logró. Lo que supuso que Estados Unidos se convirtió en el líder en ciencia y tecnología en aquellos años. Garantizar oportunidades equitativas estaba entre sus prioridades, algo que no se observa en la política de Trump. El respeto a los derechos de las minorías y el rechazo absoluto de cualquier tipo de discriminación y racismo fue otro de los planteamientos políticos del presidente Kennedy, lo que contrasta con las decisiones que está tomando Trump, en relación con los inmigrantes, algo rechazable y que incumple los Derechos Humanos. La combinación entre idealismo liberal y realismo estratégico fue decisiva en la acción política de este gran político, que fue JFK. En economía prometió crecimiento, innovación y justicia social, con medidas que respetaban los derechos de todos, y que a la vez impulsaron el desarrollo económico de la economía norteamericana. Creía que el crecimiento económico era clave, para sostener y aumentar las políticas sociales buscando el bienestar de todos, y reduciendo el desempleo.
Le faltó crear un sistema sanitario público gratuito y universal similar al español, pero eso suponía un gran desafío político en aquella década, por la oposición de los republicanos y de una parte de la sociedad y que sigue existiendo. Fue un reformista audaz, algo que fue apreciado, por una considerable parte de la ciudadanía. El poder de las ideas es algo en lo que creía y no dudaba de la necesidad de las acciones concretas, para cambiar la sociedad impulsando el bienestar individual de todos, sin exclusiones ni marginación, como un modo de asegurar la mayor igualdad social posible. En esto también su política es muy diferente a la de Trump, que es un populismo que beneficia a los ricos y a las clases adineradas, pero no a la ciudadanía. La guerra arancelaria que ha provocado innecesariamente, ya está perjudicando a Estados Unidos y al resto del planeta. En cuanto a la política exterior Kennedy enfrentó monumentales desafíos, que superó con buenos resultados, aplicando coherencia, argumentación y diálogo constructivo. Algo que no está sucediendo en la política exterior de Trump, en relación con la guerra de Gaza y en el otro conflicto bélico europeo que no termina. Estados Unidos necesita un presidente similar a Kennedy.
Kennedy impulsó proyectos de vivienda pública y buscaba fortalecer la economía estadounidense, mediante la apertura de mercados y la cooperación con Europa. En cambio, para Trump la Unión Europea es el enemigo económico de su país, lo que es falso y le pone condiciones para que indemnice con una descomunal cantidad de dinero. Además, la ley de Comercio Expansivo de 1962 autorizó a Kennedy a reducir aranceles en un 50% para fomentar el comercio internacional, lo opuesto a lo que está realizando Trump.
Kennedy impulsó también el fin de la discriminación laboral por raza, aumentó el salario mínimo federal, la expansión del seguro de desempleo. Extendió la cobertura a más trabajadores, y aumentó la duración de los beneficios. Se propuso combatir el desempleo estructural. Fueron medidas en el sentido correcto.
Puso en marcha un programa de ayuda económica y técnica para América Latina, con el objetivo primordial de combatir la pobreza y la inestabilidad política y social. En la Crisis de los Misiles en Cuba en 1962 evitó una guerra nuclear y fortaleció su imagen de liderazgo.
En definitiva, la política de Kennedy es un ejemplo de lo que puede ejecutar un presidente con coherencia, rigor, inteligencia y sentido común. Sobre todo, aplicando medidas que beneficien al pueblo norteamericano y que, de este modo, se logre una vida que no esté subordinada a lo material de manera exclusiva. La mentalidad de Norteamérica es la de adorar el dinero y nada más, y esto no es razonable. Es, por ejemplo, vergonzoso que no se haya creado un sistema sanitario público gratuito, algo que ya existe desde hace muchos años y no solo en los países europeos. Es solo una parte de los cambios, que se deberían producir en Estados Unidos. El Estado de Bienestar es una asignatura pendiente que deben aprobar, si quieren los políticos que se garanticen los Derechos Humanos, de todos los que viven en este gran país. El culto al trabajo y a la productividad no lo es todo en la vida. Esto se sabe en Europa y se aplica y no todo gira absolutamente alrededor del trabajo, como sucede en Estados Unidos. La calidad de vida no es algo para el futuro, es algo de cada día y no se debe posponer. El presente es lo que cuenta. Ver video
José Manuel López García