Ropa interior masculina, holgada y, normalmente, de un tallaje mayor al necesario. Eso era lo que recibían las mujeres soldado en Suiza cada año cuando se les entregaba el uniforme. Una clara y embarazosa discriminación que, según informa la BBC, tiene las horas contadas.
A partir de este mes de abril, todas ellas van a poder realizar sus funciones profesionales utilizando ropa interior de mujer, después de que el ejercito suizo haya informado que sus miembros de sexo femenino van a recibir juegos de ropa interior para ellas, tanto para los meses cálidos como para los más fríos.
Este hecho, además de para romper una clara discriminación, ha sido anunciado con la intención de atraer más mujeres a las filas. Tal y como informaba la parlamentaria del país helvético Marianne Binder, “la ropa está diseñada para hombres, pero si el ejército realmente quiere volverse más femenino, se necesitan medidas apropiadas”.
Este cambio de postura respecto a la ropa interior no lleva aparejado otras medidas respecto al uniforme, que seguirá siendo el mismo para hombres y mujeres, pero estos se han actualizado para permitir algunos ajustes individuales que los adecúen más según la persona que los porte.
Los uniformes de combate no cambian
Si bien hombres y mujeres usarán los mismos uniformes de combate, los elementos se han actualizado para permitir ajustes individuales. Por ello, se están revisando otras prendas y accesorios, como la ropa de combate, las mochilas y los chalecos protectores.
De esta forma, además de acomodar a las mujeres dentro de sus funciones, se impulsa la igualdad dentro del cuerpo militar suizo. Las mujeres, en estos momentos, tan sólo representan el 1% de todo el personal militar en Suiza, pero se espera que este tipo de medidas sirvan para animar a otras chicas a entrar en una institución, hasta ahora, repleta de hombres.
En España recientemente se dio un caso similar, cuando en 2018 el Ejército de Tierra puso en marcha un plan de renovación de los uniformes femeninos, adaptando y cambiando el diseño de este.
En esos momentos ya existía un uniforme de campaña adaptado a la fisionomía de la mujer, pero los modelos no eran excesivamente cómodos: una de cada tres mujeres militares prefería utilizar un uniforme masculino en vez del diseñado para ellas, demasiado estrecho en la cintura y en la cadera.