Quienes actúan de manera prepotente, a menudo esconden una personalidad insegura, su necesidad de imponerse sobre los demás puede ser una forma de compensar sus propias dudas y miedos.
La competitividad y la necesidad de demostrar superioridad, suelen ser síntomas de esa inseguridad, ven sus logros como escalones sociales que otros no pueden alcanzar.
El machismo perpetúa la idea de que los hombres son superiores a las mujeres y esto puede llevar a actitudes prepotentes, donde algunos hombres se sienten con derecho a imponer sus ideas y decisiones por encima de las mujeres.
La prepotencia machista se manifiesta en comentarios despectivos, menosprecio y la creencia de que las opiniones femeninas son menos válidas, es una forma de mantener el poder y el control, tradicionalmente asociados con el género masculino.
Esto ha perpetuado la idea de que las mujeres no pueden saber u opinar de tantos y variados temas como los hombres, sin embargo es fundamental desafiar estos prejuicios y reconocer que las capacidades intelectuales no están determinadas por el género, el flagrante error que a día de hoy se sigue cometiendo, simplemente por ser mujer y presuponer algo que no han comprobado.
La prepotencia y la falta de reconocimiento de los méritos de las mujeres son dos caras de la misma moneda, a menudo, las mujeres enfrentan desafíos adicionales en su camino hacia el éxito, debido a prejuicios de género arraigados en la sociedad.
El efecto “Matilda” es el fenómeno por el cual, los logros de las mujeres son sistemáticamente olvidados o atribuidos a sus colegas o incluso familiares masculinos, esto ha ocurrido siempre a lo largo de la historia, en campos como la ciencia, el arte y muchos más, donde a día de hoy, se están conociendo mujeres que fueron muy importantes y cuyos trabajos se atribuyeron a hombres, siempre cercanos a su círculo de trabajo o familia.
Un caso muy conocido es el del famoso musico Amadeus Mozart, al cual se le atribuyeron obras de gran valía, que fueron creadas por su hermana, pero su padre consideró que, para una mujer, su deber era casarse con un buen hombre y ocuparse de sus labores y muchos más ejemplos, que a lo largo de los años van saliendo a la luz, solo tienen que visitar la casa de Mozart, en Austria, donde se puede ver toda su historia al completo.
Por desgracia, aún quedan muchos hombres que consideran, que una mujer no puede entender de muchas materias diferentes, al igual que un hombre, para enfrentar a estas personas, debemos evitar caer en su juego, mantener la calma y los buenos modales, incluso si te provocan, debemos procurar usar la amabilidad como arma contra la soberbia, la generosidad y el interés real por los demás pueden romper las barreras de la prepotencia.
La prepotencia y la invisibilización solo perpetúan la desigualdad de género y recuerda que la verdadera fortaleza no radica en imponerse sobre los demás, sino más bien en construir relaciones basadas en el respeto y la empatía, la prepotencia y el machismo están interconectados, reconocer estas dinámicas nos ayuda a fomentar una sociedad más igualitaria y real.
Conchi Basilio