Escribamos de la gente normal, de la gente corriente, hablemos de todos nosotros. Porque al final, que somos todos nosotros sino gente normal. Yo y usted somos gente normal.
Puede que usted piense que porque tiene un alto cargo y una alta carga no es de la gente normal. Porque sabe mucho de una especialidad o porque tiene determinado poder en una entidad o por mil otras razones. Pero si usted se analiza un poco, se dará cuenta, que usted es en algo especial, solo un grupo, grupo pequeño o grande participa de su especialidad. Pero en el resto de cosas y realidades es como la mayoría, es como todos. No se deje engañar… No se deje autoengañar...
Pongamos un ejemplo, ya han pasado unos cientos de ministros de y en la democracia. Bueno es que alguien se dedicara a contar cuántos ministros han sido ya, ministros de España, sin contar todos los cientos de consejeros de todas las regiones. Cuándo estaban en el cargo, querían y creerían que eran algo esencial e importante y únicos. Y, es cierto, necesitamos tener ministros que sean expertos en sus ramas de saber. Necesitamos expertos en los altos cargos y altas cargas. Pero son especiales, si así quieren que lo expresemos y deseamos que sean en ese campo, pero en el resto son como todos los demás, gente normal, gente corriente… Salga a la calle, y, pregunte cuántos nombres de ministros recuerdan los que viven a su lado. Cuántos de estos casi en cincuenta años de Democracia, contando la Transición.
Todo esto me lo ha recordado esta mañana, al ir repasando noticias, noticias de varios medios, repasando artículos de varios medios, actuales y del pasado. Y, me doy cuenta, que una gran parte de las columnas de opinión son sobre cosas pequeñas, un viaje del articulista a una ciudad, una persona que surge en televisión, un cigarro de los antiguos, alguien que vende algo en la calle, y, mil otros temas, normales y rutinarios. Puede ser que dentro de cien años, no tengan importancia esas crónicas, ese programa de televisión, ese pequeño viaje a una ciudad, esa conversación, o las mil cosas que componen la vida diaria y rutinaria…
Pero algo de importancia debe tener, porque empresas, medios de comunicación, lectores/as dedican un tiempo y un dinero, en leer crónicas o comentarios de ochocientas palabras, sobre cualquier tema. Algo debe tener el ser humano que necesita que alguien le recuerde y escriba y piense y obtenga alguna reflexión sobre un cenicero, o una frase que alguien ha dicho, o un afecto o sentimiento… Quizás, la historia esté llena de grandes hechos y acontecimientos, pero la verdadera historia, la microhistoria se decía en mis tiempos, está formada por cientos de realidades pequeñas. El nieto que sale por primera vez cantando en una fiesta escolar. Y, abuelos y bisabuelos, quién los tenga, se le agranda los ojos y el corazón. Quizás, sea el misterio de la vida, unos vamos dejando el testigo a otros…
Hay quienes piensan que el periodismo, tal y como se ha ido dando y desarrollando en estos tres últimos siglos, está a punto de desaparecer. No sé, no sé lo que sucederá. No puedo prever tanto, aunque yo no creo que desaparezca solo evolucionará como todo. Pero si desaparece el periodismo, tal y como lo conocemos, o las evoluciones que se exigen, también desaparecería un género literario y periodístico como éste, el artículo o la columna de opinión.
Si desaparece, no podrá existir o no podremos volver a leer, un artículo, como el que el viejo maestro, Francisco Umbral, escribió y publicó, el 02 de mayo del 2002, en El Mundo, titulado: Rosa. Rosa que era y es una cantante notable y excelente. Una sinfonía de voces, del pueblo para el pueblo, lo que somos todos, la inmensa mayoría. Recordar cosas pequeñas que son grandes, recordar cosas grandes que pueden ser pequeñas, eso es el periodismo del artículo de opinión. O, al menos un tipo de periodismo…
Jmm Caminero