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José Manuel López García
Mi columna

Las caras de la violencia

04-07-2025

En el filo que marca la salida del feudalismo hacia la consolidación de los Reinos medievales, se produjo la aparición del amor cortés. Es un tema que ha concitado el interés y análisis de autores tan reconocidos como Jacques LeGoff. Le Goff lo considera una transposición de la amistad caballeresca a la relación heterosexual. La conveniencia de tal proyección vendría dada por la necesidad de dulcificar las relaciones sexuales entre “caballeros” y “damas”, con códigos que demoraran suficientemente la consumación. ¿Por qué? Pues porque aquella sociedad luchaba por limitar el perjuicio de grupos de individuos dueños de los caminos, y ampliar la libertad de elección de las mujeres. 

Esa sanción social positiva del cortejo dio sus frutos, al ir acompañada de un adecuado manejo de las expectativas: cortejar era “lo bien visto” y podía conducir (aunque no siempre, por supuesto) a la aceptación final de la dama. Desde un enfoque y dominio de conocimiento aparentemente lejano E.O. Wilson escribiría que en el curso de la evolución humana “se contuvo la agresividad y las antiguas formas de dominio de los primates se sustituyeron por unas destrezas sociales complejas”. 

Por supuesto, la violencia no es un asunto exclusivo de pandillas organizadas. Para Linda Mealey, entre el 3-4% de los varones son psicópatas. ¿Todos violentos? Evidentemente no. La psiquiatría lo afirma tajantemente. Probablemente porque no consideren la violencia como el medio más adecuado para conseguir sus fines. De hecho, la clínica distingue entre muy distintos perfiles de psicópatas. Para un cierto perfil, sería un medio conscientemente utilizado para conseguir determinados fines, no necesariamente fruto de una explosión descontrolada. Dicho de otra manera: algunos individuos son capaces de desprenderse del acto en sí, haciendo un uso “frío” del mismo. Cabría preguntarse entonces si los perfiles de los que percuten la pistola y los que mandan percutir son bien distintos. Y si los que mandan percutir disponen de las suficientes habilidades para pasar desapercibidos. 

Se ha jugado con la idea de que la violencia tenga un origen hormonal. En este sentido, algunos expertos descartan el efecto testosterona en su generación. De hecho, no se ha demostrado que haya ningún tipo de relación causal entre ambas (véanse los estudios de la Universidad de Zurich y sus paradójicos resultados). Entonces, y más bien ¿puede que estemos ante interacciones en la que determinados estímulos activan disposiciones individuales, activando un patrón de respuesta que solo aparece en aquellos casos en los que se da esa interacción? 

La idea de los estímulos diana está presente en el Estudio Dunedin. La susceptibilidad a cierto tipo de estímulos (entendiendo por tales un conjunto coherente que se constituye como entorno de experiencia) marca tendencias muy claras, incluso diametralmente opuestas. La clave estaría en un gen denominado MAOA, desencadenante de respuestas de frustración-agresividad. Determinados estímulos (como afrentas, reprensiones o negativas) funcionan como evocadores de situaciones de maltrato durante la infancia, estando la respuesta agresiva sustentada en la versión de riesgo del MAOA. En la combinación entre la versión “perversa” del gen y una larga trayectoria de maltrato estaría el origen de los comportamientos violentos. 

Otra cuestión por desentrañar es si determinados entornos nocivos pueden desencadenar actos violentos. Esta idea de lo nocivo remitiría a que determinadas configuraciones de los espacios físicos pueden inducir a la violencia. En su diseño, no solo hay que tener en cuenta el “puertas para adentro”. La denominada densidad urbana ya hace tiempo que fue deslindada entre la de carácter interno (número de personas por habitación) y externo (número de personas por km²). Se trata de una línea de investigación en la que diversos autores encontraron correlaciones contundentes entre el índice de saturación espacial y la incidencia de actos violentos. Curiosamente, Mitchell, comprobó que esto no sucede en las culturas china y japonesa. Una interpretación sería la de que ambas culturas encauzan dichas respuestas a través de dispositivos sofisticados, como los rituales de convivencia familiar o la “miniaturización” de la existencia (expresada en una cultura de atención y concentración en lo pequeño -véase el cultivo del bonsái-, filtro inhibidor de estímulos potencialmente provocadores). Lo que nos lleva de nuevo a que la sublimación de la respuesta violenta es condición necesaria para los comportamientos no dañinos para terceros. 

Uno de los mitos sobre la naturaleza humana es, sin duda, el del Buen Salvaje. Uno de los sesgos con los que operamos es comparar magnitudes técnicamente incomparables. La devastadora II Guerra Mundial rompió récords en vidas humanas sacrificadas. Pero si hablamos de la violencia como factor de control demográfico, otras culturas han sido más eficientes. Los millones de muertos de la II Guerra impactan, pero lo fueron en relación a una población incomparablemente superior. En términos relativos (muertos en relación a la población general) jíbaros o yanomami han resultado ser más efectivos, según recoge Lawrence Keely en su War before civilization. Todas esas tribus llegaron al nivel de sofisticación tecnológica que les fue posible, demostrando un contumaz empeño en desarrollar instrumentos para hacer daño a sus enemigos. 

El cine y la literatura ha abordado este problema con profusión. Anthony Burguess retrató -magistralmente- la cultura de la violencia pandillera en La Naranja Mecánica. En este sentido, son muy reveladoras algunas de las opiniones que vertió sobre la trama de su obra (y que hablan, entre otras cosas, de la maduración consciente del protagonista en pos de la creación de su familia), lo que nos lleva a pensar si no será el mismo impulso que destruye el que finalmente se vuelca en levantar. 

Y es que quizás haya que concluir, como alguien me dijo hace ya algunas décadas, que somos criaturas “en permanente estado de reconstrucción”.

Lucas Ricoy


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