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José Manuel López García
Punto de Vista

Filosofía de la novela

04-07-2025

La ética se pregunta por el bien. Tradicionalmente, la filosofía ética ha elaborado sistemas normativos y teorías del deber, de lo justo y correcto en los comportamientos. De todos modos, al enfrentarse al espesor real de la vida humana, llena de dilemas, contradicciones, contextos cambiantes y pasiones, se puede pensar que la reflexión ética ha llegado a un límite, pero no es cierto. La filosofía moral a lo largo de los siglos hasta la actualidad da respuestas claras, sobre cómo comportarse respetando la dignidad de los demás, en las más diversas circunstancias. Las máximas generales y los principios éticos pueden ser adaptados, en función de las circunstancias y de las situaciones. La existencia concreta frecuentemente desborda el marco abstracto previo que es pensable, pero esto mismo es objeto de las reflexiones de los filósofos. Existen abundantes planteamientos éticos, que toman en consideración el caos y la complejidad de la vida real de las personas. 

De todas formas, las novelas además de la observación de la experiencia práctica añaden más aspectos concretos de la existencia cotidiana, desde una ficción que despliega o pone a la vista, los detalles de las acciones de los personajes. La novela es también una forma privilegiada de reflexión ética. De hecho, se escriben también novelas filosóficas, por parte de muchos autores, incluidos los propios filósofos. La novela a través de sus descripciones representa la vida y analiza en las mismas los comportamientos, dejando a los lectores la posibilidad de juzgar las conductas de los personajes, desde un punto de vista ético. Es una representación literaria del bien y del mal, del arrepentimiento, la responsabilidad y la culpa. Por tanto, las novelas, aunque son ficción ofrecen a los lectores una experiencia ética indirecta, porque se basan en la existencia cotidiana. Son una especie de invitación a analizar éticamente las conductas que ofrecen los escritores, desde dentro de las situaciones. La novela no moraliza, pero, en cierto modo, obliga al lector a posicionarse, a juzgar, a comprender y a sentir, lo que ya es mucho. De esta forma, la ficción se convierte en evidente espacio de formación ética. Ya Aristóteles, en su Poética, intuía que el arte y especialmente la tragedia, tenían una función ética de primer orden mediante la catarsis o purificación emocional, a través del temor y la compasión. Función que se prolonga con el surgimiento de la novela, ya que es, en realidad, un laboratorio de problemas morales. Es cierto que a diferencia del ensayo filosófico y el tratado que son abstractos, las novelas ponen en escena acciones humanas situadas, con todos sus condicionamientos: históricos, sociales, psicológicos, culturales, etc. 

Aparecen las grandes preguntas: ¿Qué significa traicionar? ¿Hasta qué puntos somos responsables de nuestros actos? ¿Es posible perdonar? ¿Qué es la justicia? y otros innumerables interrogantes. Un ejemplo muy claro de la dimensión ética de la novela son Ana Karenina y Resurrección, en ambas Tolstói muestra cómo las elecciones individuales tienen consecuencias morales no solo para uno mismo, sino para los otros. La empatía moral, que pueden generar las novelas es una de las mayores aportaciones éticas que ofrecen. De la misma manera, Dostoievski convierte cada una de sus grandes novelas, en un extraordinario campo de batalla ético. De este modo, se pone de manifiesto que lo ético no solo es una cuestión de normas, sino de conciencia, de proporción, en relación con el respeto a los demás y de afirmación de la libertad y la responsabilidad. La ética de la narración es también la expresión de las conductas de los personajes de las novelas. 

Una filósofa como Martha Nussbaum ha argumentado que las novelas ofrecen la experiencia imaginativa del juicio ético, y permiten desarrollar la facultad de la compasión, absolutamente necesaria para una vida justa. La novela también puede ser considerada o vista como una escuela de atención moral, como la denomina Iris Murdoch que fue filósofa y novelista. Es indudable que el universo que ofrecen las novelas es denso y sirve para sumergirnos en otras mentes, en otras vidas. Los ambientes reflejados en las narraciones novelísticas enseñan a mirar al otro, no como un personaje secundario, sino como protagonista de su propio mundo, que debe ser respetado y valorado. 

Desde la perspectiva de Albert Camus, la ética del absurdo se sustenta en la falta de sentido de la vida, si se piensa en la eternidad de la muerte. En su novela La peste, expresa la idea de que frente a un mundo sin vida después de la muerte o sin transcendencia divina, lo único verdaderamente ético es la solidaridad concreta, la lucha cotidiana contra todo tipo de sufrimiento. Aunque no exista recompensa después de la muerte y todo acabe con el final de la existencia. El sentido está en la construcción de la propia existencia, desde el existencialismo y el vitalismo. Desde otro ángulo Milan Kundera, ha considerado la dificultad de juzgar en un mundo saturado de ideología, sentimentalismo, falsas ideas y excesivo egoísmo. La novela enseña la ética como una experiencia, por eso es filosófica. Ver video

José Manuel López García


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