Edward Hopper es, probablemente, el pintor más cinematográfico de todos o, dicho de otro modo, el que más influencia ha ejercido con sus cuadros en el mundo del séptimo arte. Considerado como el pintor de la soledad y el silencio, su aportación artística al cine puede rastrearse, de foma evidente, en las películas de directores como Alfred Hitchcock, Herbert Ross, ToddHaynes o Tobe Hooper por citar algunos.
La ciudad, con sus calles y sus misterios, irrumpe siempre en su gran imaginación visual, una visión nocturna que está muy presente en el cine de Hollywood de los años treinta y cuarenta. Hopper se sentía muy fascinado por el cine y el teatro y, en ese sentido, proyectaba cada lienzo como si fuese un decorado cinematográfico. El cine en blanco y negro de aquellos años, hechos de fuertes contrastes de luz y sombra –herencia directa del expresionismo alemán- le sirvió sin duda de inspiración.
“Casa junto a la vía del tren”, quizás su cuadro más famoso junto con “Noctámbulos”, sirvió de inspiración a Hitchcock para “Psicosis”. En el caserón tenían lugar los crímenes perpetrados por Norman Bates. También Tobe Hopper, director de la célebre “La matanza de Texas”, se inspiró en elcuadro del pintor norteamericano para ubicar las sangrientas andanzas de Leatherface y sus enloquecidos familiares.
Por lo que respecta a “Noctámbulos”, su influencia en el cine es sin duda comparable a la del cuadro anteriormente mencionado. Inspirado en el cruce de dos calles de Greenwich Village, recrea magistralmente la fascinación por la noche y la soledad de los grandes espacios urbanos.
Por otra parte, nadie mejor que Hopper ha retratado los lugares de la América profunda, aquellos en los que nunca pasa nada y en los que sus parroquianos, resignados con la vida que les toca vivir, han de conformarse con hacer frente, de la mejor manera posible, a la insignificancia de los días.
“Gasolina”, otro de sus cuadros más famosos, se basa en varias directrices paralelas –los árboles, el prado, la carretera, los surtidores de gasolina- que confluyen en un único punto. Y hemos tenido ocasión de verla en infinidad de películas: esas estaciones de servicios ancladas en el tiempo en una América remota y polvorienta.
A juicio de muchos expertos, la gran popularidad de Hopper, considerado el mejor pintor realista americano del siglo XX, se deriva tanto de su estilo como de su actitud hacia los temas. Mientras que su contemporáneo Stuart Davis encontró en la ciudad su tema para una visión abstracta, Hopper sólo vio la vida desolada y solitaria que se desarrollaba en oficinas frías o en lúgubres habitaciones de hotel.
Ángel Varela