Realmente, la filosofía de Immanuel Kant es racional, ya que se fundamenta en la razón y en el entendimiento, con la necesaria contribución de la sensibilidad que conforman los sentidos. Es una combinación entre la racionalidad y la experiencia. Su vida transcurrió entre 1724 y 1804 en Prusia, Alemania. El criticismo o idealismo trascendental, elaborado por este gran filósofo, transformó la teoría del conocimiento, con su Crítica de la razón pura y sus otras dos críticas a finales del siglo XVIII. Además, su ética deontológica del deber por el deber y sus obras sobre política, religión, filosofía de la historia, etc., forman parte de un sistema filosófico, que cambió la filosofía para siempre. Su sapere aude o atrévete a pensar, pone de manifiesto la necesidad de servirse de la propia razón o juicio, para pensar de forma autónoma y libre. Fue un pensador ilustrado, que se entusiasmó con el surgimiento de la Revolución francesa y sus consecuencias: los derechos del ciudadano. Los tres grandes principios o valores de esta revolución que son libertad, igualdad y fraternidad están en línea, con lo que reafirma el mismo Kant en sus tratados. La ética kantiana, con su imperativo categórico, nos desafía a actuar, según principios que deben universalizarse, algo que está en consonancia con lo afirmado por filósofos actuales, como el alemán Markus Gabriel. Es lo que se denomina universalismo moral o ético.
La verdad y el bien no son algo relativo, sino que deben ser aplicados en todas las conductas de los seres humanos, sin excusas de ningún tipo. Lo contrario es el relativismo ético, que conduce a un nivel de caos e injusticia social e individual indescriptible. Una de las formulaciones del imperativo categórico formulado por Kant es la siguiente: “Procede de modo que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los demás, siempre como un fin y nunca como un medio”. Otra forma de expresarlo por este gran pensador es: “Actúa de manera que tu acción pueda convertirse en norma universal”. Además, Kant exploró los límites y capacidades de la razón humana. Ciertamente, es entendible que afirme que “Los pensamientos sin contenido son vacíos, las intuiciones sin conceptos son ciegas”. En realidad, es indudable que razón y sentidos son necesarios para conocer. En el ámbito de la política Kant fue un pensador liberal que buscaba la paz mundial, que para él era el sentido último del progreso y de la historia. Planteó la necesidad de una federación de naciones a nivel mundial y desarrolló el esbozo de un Derecho Internacional. Se sentía ciudadano del mundo.
Afirmó que el derecho de gentes debe fundarse en una federación de Estados libres. Fue además un gran profesor universitario y rector. Kant ha dejado una huella muy profunda en la filosofía a lo largo del tiempo, hasta la actualidad. La cantidad de libros y artículos sobre el criticismo es enorme cada año. Vivimos en un mundo interconectado y es cada vez más necesario que se respeten la autonomía, la dignidad y la libertad de las personas, que parte de la racionalidad, ya que todos somos seres racionales.
Valoraba como esencial la autonomía y la libertad individual, que son también los principios fundamentales de las democracias liberales modernas. Desde su reflexión las naciones deben unirse bajo leyes comunes, que respondan a una racionalidad humana compartida. Además, en el ámbito de la Estética, desde la perspectiva de Kant, la belleza es una experiencia universal que se siente, cuestión tratada, junto con otras muchas, en su libro Crítica del Juicio de forma extensa. Su pensamiento o filosofía sigue siendo algo muy valioso en pleno siglo XXI. Decía que no enseñaba filosofía, sino a pensar o filosofar por uno mismo. Lo que sigue siendo muy apropiado en nuestros días, ante la falta de pensamiento crítico, en una parte de la gente.
Las circunstancias cambian con el paso de las décadas y los siglos, pero los principios fundamentales de la humanidad permanecen. En efecto, y es algo a considerar muy seriamente en la actualidad frente a las guerras, el capitalismo salvaje, el consumismo desaforado y la indiferencia ante las injusticias. En este orden de cosas, es incuestionable que la filosofía kantiana impregna nuestra vida cotidiana y nos impulsa a ser mejores individuos y a construir una sociedad más justa y reflexiva.
Piensa que la felicidad es una cuestión de la imaginación personal y siempre en el ser humano es relativa y nunca absoluta, ya que no poseemos una condición divina. Kant no fue creyente, porque consideraba que fuera de una buena conducta los ritos y cultos religiosos son pura ilusión sin sentido, una forma de superstición. Se le puede considerar agnóstico o ateo. Dios puede ser pensado, pero no conocido. La religión para él era una forma de ética, en este sentido la bondad es un valor ético compartido también por el cristianismo, al igual que el resto de los valores éticos como la compasión y la solidaridad, entre todos los seres humanos. Una de sus obras sobre estas cuestiones es La religión dentro de los límites de la mera razón. Ver video
José Manuel López García