La libertad no se negocia. Ante el favoritismo y la desigualdad tan frecuentes o habituales en el trato y en las relaciones sociales de todo tipo, lo que permanece es el ejercicio de la propia libertad. Ser sujetos autónomos implica también que los demás respeten y valoren los méritos y logros de las personas, algo que lamentablemente no suele suceder. De todas formas, la realidad objetiva y la verdad siempre triunfan, pese a quien pese. Ser libres no es algo sujeto a condiciones de ningún tipo. La dignidad es la realización de la libertad, en todas las situaciones. La diversidad no debe ser motivo de exclusión, sino de enriquecimiento. Lamentablemente, vivimos en una sociedad en la que se desprecia o infravalora la creatividad, la cultura y la originalidad. En el siglo XXI, aunque es cierto que, una parte de los ciudadanos valoran la capacidad creativa y crítica, la otra solo considera el beneficio material y la diversión más superficial sin más, lo demás es como si no existiese, aunque no es cierto.
Sócrates entendía la libertad como vida examinada y fue condenado a muerte, por la práctica de esta con su conducta y enseñanzas. Epicteto, un filósofo estoico, escribía y hablaba acerca de nuestra capacidad de elegir cómo responder ante las circunstancias del mundo. Atreverse a pensar por uno mismo presupone un evidente coraje, que es necesario en la existencia, ante los imprevistos y adversidades de la vida, algo de lo que nadie se libra mientras está vivo. Es también lo que propone Kant desde su planteamiento ilustrado, con su confianza en el progreso humano. Desde la perspectiva de Nietzsche el hombre libre es un creador que consciente de la falta de sentido último del mundo, aun así, es optimista y se muestra alegre ante el abismo de la muerte absoluta, que a todos llega. El exceso vital es una muestra más de la capacidad de ser libre con todas las consecuencias, desde la actitud dionisíaca del pensador alemán.
Hannah Arendt pone el énfasis en la libertad como capacidad de comenzar y es indudable, ya que siempre es posible lo nuevo, lo inesperado con las acciones realizadas, en la construcción de una vida autónoma, con creatividad personal sin límites ni condiciones. La única barrera es la muerte. Según Foucault la libertad es el coraje de pensarse de otro modo, como resultado de la evolución de toda persona al elegir, en cada momento, lo que quiere hacer. En una realidad en la que los estereotipos y el pensamiento único quieren imponer la uniformización de la conducta en todas las personas, es evidente que esto no puede ser realizado, ya que la libertad individual está por encima de la presión social y la destroza o pulveriza. Somos ontológicamente libres y la vida no está escrita.
Vivimos en una sociedad cada vez más caótica. Los valores éticos se están perdiendo y esto tiene consecuencias. La libertad, bondad, perseverancia, constancia, tenacidad, empatía, compasión y solidaridad parecen cosa del pasado y no es así, pero esta es la realidad de lo que está sucediendo a nivel social, de forma mayoritaria. Todo esto lo que causa o produce es una sociedad enferma, que solo se preocupa del dinero y no del bienestar emocional.
No es extraño que haya tanta demanda de atención psicológica en todas las franjas de edad en este siglo XXI. Estamos en una sociedad muy individualista, con una clara desestructuración de la familia, en muchos sentidos y aspectos. El cambio civilizatorio que se está observando es acelerado desde, aproximadamente, hace un par de décadas. La digitalización de la sociedad es una realidad innegable, pero si no se conservan valores como el esfuerzo y la excelencia, se retrocede a una existencia simplemente mecánica y sin sentido.
La era digital nos permite alcanzar logros impensables hace unas décadas y esto es necesario valorarlo, lo que hace posible también una mejora de la calidad de vida de los seres humanos. Se vive más intensamente que en siglos pasados. Con la Inteligencia Artificial se automatizarán la mayor parte de los trabajos en cuestión de unos lustros o decenios. Lo que dejará, en teoría, mayor tiempo libre para las personas. Aunque esto dependerá de cómo evolucione la política y las decisiones que tomen los gobernantes.
Parece que ya estamos en un ambiente social, en la que los hechos consumados injustos pueden justificarse, en base a la práctica de lo que se suele hacer, aunque sea ilógico o irracional. La lógica da la impresión de que ha sido superada por el interés, el capricho y la arbitrariedad. Se justifica en muchas ocasiones lo injustificable, por el simple motivo de que la gente lo hace, y eso no sirve desde un planteamiento coherente y racional, como es lógico.
Argumentar es la base de la cultura humanística y también es lo que nos caracteriza como especie pensante, a todos los niveles. Sin embargo, se observa que, en bastantes situaciones o ambientes sociales, cada vez se razona menos o directamente no se argumenta.
José Manuel López García