SANTIAGO DE COMPOSTELA | La estampa que muchos españoles pueden tener de la vida política de
Alberto Núñez Feijóo, al margen de su actividad como presidente de la
Xunta de Galicia desde 2009, es la de una persona que deambula en un
andén desierto mientras espera un tren que bien ya ha pasado o que nunca
va a llegar y cuyo destino es el liderazgo del PP.
La estampa que muchos españoles pueden tener de la vida política de
Alberto Núñez Feijóo, al margen de su actividad como presidente de la
Xunta de Galicia desde 2009, es la de una persona que deambula en un
andén desierto mientras espera un tren que bien ya ha pasado o que nunca
va a llegar y cuyo destino es el liderazgo del PP. Y la oportunidad le llegó la pasada semana tras la crisis abierta
entre la dirección del partido, encabezada por Pablo Casado, y la
presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
El primer
día, el jueves de la pasada semana, tras los cruces de acusaciones
entre Díaz Ayuso y el ya exsecretario general Teodoro García Egea, Núñez
Feijóo se alineó con la presidenta madrileña e intentó desligar a Pablo
Casado de su lugarteniente. Al día siguiente, tras la entrevista del propio Casado en la Cadena
Cope, en la que reiteró y amplió las sospechas sobre Díaz Ayuso todo
cambió y los hechos posteriores confirman que el presidente gallego vio
cómo se la abría una nueva oportunidad que ya pensaba que no iba a
volver a presentarse.
Casi sin riesgo a equivocarse en esta ocasión, será él mismo quien lo
anuncie, si bien no lo hará hasta después de que se convoque el próximo
martes en la Junta Directiva Nacional el congreso extraordinario para
los días 2 y 3 de abril.
Con todo a favor para hacerlo esta
madrugada, a pocos minutos de las 2 y tras haber mantenido una reunión
previa a solas con Pablo Casado y posteriormente con todos los barones,
Núñez Feijóo volvió a desconcertar a los periodistas en las puertas de
la sede el PP al señalar que sería una "frivolidad" anunciar en ese
momento que se presenta a un puesto que todavía no está vacante.
En
la reunión, sin embargo, había conseguido que se despejasen varias
cuestiones que hace cuatro años contribuyeron a frustrar su ambición: la
ausencia de un candidato de peso con el que medirse -en este caso la
renuncia expresa de Pablo Casado a hacerlo- y la petición unánime de los
dirigentes del partido, incluido el presidente saliente, para que
lidere un nuevo proyecto para sacar a la formación del "colapso" y
detener la "hemorragia" provocada por la crisis de Madrid de la pasada
semana.
Las mayorías absolutas de Núñez Feijóo son un referente para el resto
de sus compañeros porque además de garantizar la estabilidad y de
permitirle gobernar en solitario están acompañadas por el hecho de que
en Galicia ni Ciudadanos ni VOX tienen representación en el Parlamento
autonómico y es anecdótica en los municipios.
Como líder del PP,
sin embargo, debería posicionarse sobre los pactos del partido con la
formación de Santiago Abascal, comenzando por Castilla y León, aunque en
días pasados ha reivindicado la libertad del candidato Alfonso
Fernández Mañueco para tomar las decisiones que den estabilidad a la
región.
Trayectoria
A Núñez Feijóo la militancia partidista, la
de carné y cuotas, le llegó pasados los 40; una edad poco habitual para
la vida política española de los partidos tradicionales que suelen
nutrirse de cuadros que han pasado previamente por sus organizaciones
juveniles.Era la segunda legislatura del José María Aznar al
frente del Gobierno, la de su mayoría absoluta, y Núñez Feijóo presidía
una de las empresas públicas más grandes del Estado: Correos.
Antes,
este licenciado en Derecho y alto funcionario de la Administración
gallega había desempeñado distintos cargos en varias Consellerías de la
mano de su mentor político, José Manuel Romay Beccaría, que fue quien
también le dio la oportunidad de dirigir el Insalud.Era 1996 y
Alberto Núñez Feijóo (Os Peares, Ourense, 1961), que en el Parlamento
gallego llegó a reconocer años después que le habían salido los dientes
en la Xunta, tenía 35 años.
En 2003, en plena crisis por el hundimiento del buque Prestige, Núñez
Feijóo aterrizó de nuevo en la política gallega. Volvió tras rechazar a
Esperanza Aguirre, que le había tentado para ser consejero de Salud en
su gobierno. Había llegado al Gobierno de Manuel Fraga tras la
renuncia de Xosé Cuíña, el eterno "delfín" del presidente gallego, que
dimitió del cargo en la Xunta tras la publicación de que empresas de su
familia habían vendido material para luchar contra la catástrofe del
Prestige.
Desde enero de 2006 Núñez Feijóo se hizo con las riendas
del partido a pesar del "vértigo" que le daba suceder a Fraga y durante
tres años puso en práctica un verdadero "manual de resistencia" a
partir del cual el partido en Galicia supo seguir para "ganar las
elecciones y para gobernar", "un manual de resistencia de humildad y de
servicio", aseguró hace un año al presentarse por quinta vez al frente
del partido.
Tras su inesperada y ajustada victoria en 2009, repitió y amplió
resultado en 2012 en un contexto de crisis económica que se había
llevado por delante a gobiernos de todo signo político por toda Europa, y
también en 2016, cuando se presentó de nuevo tras una meditada
reflexión y al ver frustrada, en aquella ocasión sin tantas alharacas,
su ambición de suceder a Mariano Rajoy, que había decidido presentarse a
las elecciones que acabaron repitiéndose unos meses después.
En
2013, recién estrenada su segunda mayoría absoluta en Galicia unas fotos
publicadas por el diario El País de mediados de los años 90 con el hoy
condenado por narcotráfico Marcial Dorado pusieron en cuestión su
carrera política, un asunto que vuelve de vez en cuando -cada vez menos-
y que le molesta especialmente.
Núñez Feijóo ha tenido una
constante presencia en Madrid desde que accedió al poder en Galicia en
2009, objeto de crítica por sus rivales políticos que frecuentemente lo
han acusado de estar más pendiente de los asuntos estatales que de los
gallegos.
En sus intervenciones en la capital el presidente gallego ha mostrado
su repugnancia por el caso Bárcenas, ha asegurado que al PP le faltó
relato durante la crisis económica en los gobiernos de Rajoy y, sobre
todo, fustigó inmisericordemente a los gobiernos socialistas de José
Luis Rodríguez Zapatero y a las mareas y los gobiernos municipales de
Podemos.
Ahora ha retomado esas diatribas contra otro presidente
socialista del Gobierno, Pedro Sánchez, de quien dice que desprecia y
maltrata a Galicia y que tiene "el doble de frivolidad y la mitad de
principios" que Rodríguez Zapatero, y al que acusa de haber entregado
España a los que la quieren romper, Bildu y ERC, principalmente, junto
con sus socios de Unidas Podemos.
La deficiente gestión de la
pandemia y de la crisis económica que atribuye al gobierno de Sánchez
son los dos principales reproches del presidente gallego, que cuestiona
la arbitrariedad, la lentitud y la escasa cogobernanza del Ejecutivo en
los fondos europeos. El nombre de Núñez Feijóo siempre sonó para algún puesto de ministro
con la llegada de Mariano Rajoy a Moncloa a finales de 2011 y él siempre
dejó claro que su compromiso era con Galicia, más tras haber ganado de
nuevo en 2016, cuando reiteró que cumpliría su mandato hasta finales de
2020 y también al renunciar a suceder al propio Rajoy.
Fue en
marzo de 2020, en la precampaña de las elecciones gallegas de abril que
finalmente se aplazaron por la pandemia y acabaron celebrándose en
julio, cuando en un mitin en Ourense ante el propio Mariano Rajoy y
Pablo Casado, Núñez Feijóo reconoció que había rechazado ofertas para
ser tanto ministro como vicepresidente del PP.
Su
decisión abre nuevos e insospechados escenarios en la política gallega;
desde su salida de la Presidencia de la Xunta, que ocupa
ininterrumpidamente desde 2009, hasta la apertura del melón sucesorio en
el partido, que encabeza desde 2006 y cuyo fin de mandato estaba fijado
para 2025.
Él mismo advirtió el pasado mes de junio cuando anunció que se
presentaba a un quinto mandato al frente del PPdeG que llegaría el día
de "dar un paso al lado" porque "todos somos necesarios pero nadie es
imprescindible", si bien ese momento aún no había llegado, aclaró para
alivio de los asistentes.En esa ocasión, sin embargo, envió
claros mensajes que ahora resuenan en clave nacional: "el partido no
está donde están los personalismos", sino que está con las personas "con
hambre de querer hacer las cosas mejor, de aprender todos los días y de
estar a disposición de los demás".
También defendió que "la
principal conclusión" política desde que relevó a Manuel Fraga en 2006
es que "los personalismos no son útiles si no son capaces de influir en
los equipos" y recordó que desde la victoria en 2009 hasta la pasada en
2020 el partido ha tenido dos secretarios generales y varios presidentes
provinciales."El PP no es un proyecto individual de nadie, es un proyecto colectivo, y el que no lo entienda no entiende al PP", concluyó.
Si deja la Presidencia de la Xunta, el Parlamento tendrá que elegir un
nuevo presidente en los siguientes treinta días a la renuncia de entre
los diputados de la presente legislatura, lo que deja fuera a todos los
miembros del Gobierno gallego salvo a los dos vicepresidentes: Alfonso
Rueda, el político, y Francisco Conde, el económico. EFE