Vivimos en una sociedad en la que una parte de la gente no tiene respeto a la libertad de expresión, a la libre opinión. Tampoco se nota que la creatividad, de forma general, sea respetada, valorada y reconocida Abunda la indiferencia y la pasividad ante lo que se crea: escritos, vídeos, etc. Solo un 3% de las personas son creativas y están en su derecho de no serlo, pero eso no implica que se desprecie o infravalore a los que crean contenidos. Por supuesto, existe una minoría de personas que aprecian y valoran la creación y publicación de artículos, vídeos y libros y que consideran esta actividad como importante, en lo que representa en cuanto a méritos objetivos definibles y constatables de sus autores. Lo razonable es que se impulsara a todo el que lo desee a que sea creativo y publique lo que desee, porque se enriquece la cultura de un país. A todo esto, hay que añadir que un porcentaje muy considerable de la gente opina sin saber de lo que está hablando, por ignorancia o desconocimiento. Quizá un 70%. Vivimos en la sociedad de la superficialidad y la mentira y no se da importancia y significado a nada. Se están perdiendo los valores éticos y así le va a la sociedad.
Estamos en una realidad social que es violenta y agresiva en el sentido de que todo vale, con tal de lograr los intereses egoístas, la verdad se deja de lado en muchas situaciones y las mentiras, falsas ideas y tergiversaciones son frecuentes. Una considerable parte de la gente no es objetiva, en sus comentarios, análisis y valoraciones acerca de casi todo de lo que hablan y especialmente también cuando critican injustamente a algunas personas. Además, es frecuente la tergiversación de todo, en la sociedad del siglo XXI y también en siglos anteriores. Es entendible que el gran humanista Erasmo de Rotterdam escribiese el libro Elogio de la locura en el primer tercio del siglo XVI, una obra en la que los lectores pueden reírse a carcajadas de la estupidez humana que atraviesa todas las épocas. Maquiavelo, un gran filósofo político del Renacimiento italiano, que se cruzó en las calles de Florencia con Leonardo da Vinci y Miguel Ángel a los que admiraba, conocía muy bien la maldad de la naturaleza humana. Escribe Maquiavelo: “Porque en general se puede decir de los hombres lo siguiente: son ingratos, volubles, falsos, huyen del peligro, están ávidos de ganancia; y mientras les haces favores son todo tuyos, te ofrecen la sangre, los bienes, la vida, los hijos cuando la necesidad está lejos; pero cuando se te viene encima vuelven la cara”. No se puede decir mejor. Se debe escuchar a los demás antes de juzgarlos mal. Tampoco se debe marginar a nadie por sus ideas o comportamientos ya que las leyes y los Derechos Humanos afirman la libertad y la justicia.
Un filósofo como Kierkegaard fue criticado e insultado en la capital de Dinamarca de modo totalmente injusto, por sus escritos y su estilo de vida en la primera mitad del siglo XIX. Fue un excelente escritor y filósofo y creó el existencialismo y es uno de los más profundos pensadores de todos los tiempos. La censura social no puede existir. En una sociedad libre y democrática cada persona tiene todo el derecho, reconocido legalmente, a expresarse libremente y nadie puede impedírselo, aunque no guste lo que diga o escriba. En realidad, lo racional y justo es que se reconozcan los méritos acumulados de los que crean: escritores y artistas en general. Nadie, ni personas ni grupos de personas pueden intentar marginar a ningún creador. Si no les gusta lo que crea que no lean sus escritos o que no vean sus vídeos, pero el respeto es lo primero.
Vivimos en un mundo de filias y fobias y lo más racional es respetar a todos. Se puede estar en desacuerdo con lo que publican los creadores de contenidos, pero es obligado reconocer objetivamente los méritos y el esfuerzo de los autores, algo que bastante gente no hace.
La actividad creativa está abierta a todas las personas y no es necesario intentar llegar a lograr el Premio Nobel de literatura para dedicarse a escribir y publicar artículos y libros. En función del talento y el esfuerzo se puede llegar a desarrollar una carrera creativa significativa y de gran valor. Actualmente, con Internet y las redes sociales darse a conocer, por parte de los creadores, es más fácil que hace treinta o cuarenta años y es algo que se puede aprovechar. Como escribía un filósofo alemán en su libro Sobre egoísmo y gratitud de 1796: “Cada persona vale tanto en este mundo como ella misma se hace valer”. Para él es una regla de oro y es cierto. También indica que es una máxima cuya verdad queda confirmada, por la experiencia de todas las épocas. El respeto es uno de los valores éticos principales ya que es, sin duda, la esencia o el núcleo de los demás. Leer más
José Manuel López García