MADRID | El
desabastecimiento, la subida de los precios de la cesta de la compra y
la supresión de algunas donaciones por la guerra en Ucrania han hecho
crecer las colas del hambre de la Comunidad de Madrid, donde las
peticiones de comida han crecido en cerca del 20 por ciento, como ha
sucedido en la parroquia San Juan de Dios, en el barrio de Vallecas.
El padre Gonzalo, al frente de ese centro religioso, cuenta a Efe que en
las tres últimas semanas ha apreciado un notable aumento en el número
de personas que tienen que recurrir a la caridad: “no pueden comprar con
su propio dinero y de algún sitio tienen que sacar alimentos, por lo
que muchos están teniendo que pedir donde antes no lo harían”.
Este incremento de peticiones les alarma porque “es muy abrupto, en muy
poco tiempo”, y porque creen que “lo peor está todavía por llegar” y que
en las próximas semanas crecerá el número de madrileños que no tienen
qué llevarse a la boca.
La cuestión, reflexiona el sacerdote, es que quienes se ven obligados a
implorar ayuda son “los que ya iban justos”, y muchos de ellos retrasan
el momento de acercarse a la parroquia y reconocer su necesidad “porque
quien vive con poco se sabe conformar con muy poco”, y va a “aguantar”
hasta que la situación sea insostenible.
A ello se suma, observa el padre Gonzalo, que a otros muchos la
vergüenza les impide acercarse a estas colas del hambre, de forma que
“tienen que estar muy mal para dar el paso de pedir”. La situación es “grave” porque, además, la parroquia también ha visto
desplomarse el número de donaciones, y escasean especialmente los
artículos perecederos, como la fruta, la verdura o la carne.
La pena, añade, es que la gente “se va adaptando a la escasez: a no
poner la calefacción o la lavadora, y ahora a reducir o empobrecer su
alimentación”.
El banco de alimentos tira de sus reservas
También han notado este aumento de peticiones de alimentos en el Banco
de Alimentos de Madrid, desde donde aseguran que el incremento de
solicitudes es generalizado, aunque se aprecia especialmente en aquellas
entidades que atienden a los refugiados que están llegando desde
Ucrania.
Aunque todavía no han podido cuantificar en qué medida afecta esto a sus
almacenes, lo que sí han comprobado es que ya están teniendo que tirar
del stock que guardan “para casos de emergencia”.
Ello se debe, no solo al aumento de la demanda, si no también al
desabastecimiento por la huelga de camioneros, al encarecimiento del
combustible y al conflicto con Ucrania. Todo ello ha provocado que miles de madrileños de clase media y con
trabajo necesiten ayuda de alimentos “porque ya no llegan a fin de mes
para pagar todos sus recibos”, y lo primero que dejan de comprar es la
comida.
El problema es que el propio almacén del Banco de Alimentos de Madrid se
ha visto resentido por esos mismos factores y, especialmente, porque
las empresas que habitualmente hacen donaciones han frenado las entregas
y ahora “las hacen con cuentagotas”, porque “se han volcado con los
ucranianos”.
Por todo ello, desde esta entidad han tenido que “ajustar” la cesta
básica que entregan a las entidades benéficas para que las faciliten a
los necesitados, que ahora reciben un menor número de kilos “para poder
alargar más en el tiempo los pocos productos que hay en stock”. También han reducido las aportaciones los particulares, algunos por la
incertidumbre generada y otros porque su capacidad de ahorro “es cada
vez menor”.
Desde ambas entidades lanzan un mensaje de ayuda a quienes tengan medios
para reforzar sus almacenes, con la promesa de que todos los productos
llegan “a quienes realmente lo están pasando mal”. EFE